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Columna
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Diógenes

Diógenes fue un filósofo griego del siglo IV antes de Cristo al que se considera fundador de la corriente cínica. Fue conocido por su actitud de desprecio hacia los convencionalismos sociales y por preconizar un modo de vida austero, en el que se renunciaba a todo tipo de comodidades, incluida la preocupación por el aspecto físico. En 1975 un trabajo científico alertó sobre la reiteración de casos de personas mayores con comportamientos extremadamente huraños que vivían recluidos en sus hogares, rehuían de cualquier contacto con otras personas y acumulaban grandes cantidades de basura. Este extraño patrón de conducta fue bautizado como el Síndrome de Diógenes. ¿Qué tendrá que ver el filósofo griego que optó voluntariamente por aislarse del mundo y la situación de estas personas mayores que se crean otro mundo porque han quedado aislados en él?

En los últimos meses han fallecido en Málaga tres personas por incendios fortuitos en sus viviendas, las dos últimas la semana pasada. Las tres estaban enterradas en vida. Cubiertas de bolsas de basuras, objetos inservibles e inmundicia. Mucha inmundicia. Escondidas en habitaciones llenas de hojas muertas y recuerdos que ya no recuerdan nada. Inundadas de desperdicios. Junto a extrañas colecciones de cartones que un día albergaron algo, botellas que tuvieron contenido y ropa que sirvió para vestirse de domingo pero que ya nadie utilizaba. Personas mayores, que para no estar solas, se acompañaban de la nada. De mucha nada de usar y tirar, pero que no tiran para sentirse acurrucadas con algo. Los médicos han confundido el Síndrome de Diógenes con la más absoluta soledad. No se trata de personas que han renunciado a vivir dignamente. Son personas que han renunciado a vivir en una sociedad que exige la misma prisa para transitar por este mundo que para salir de él.

Cada vez que se descubre un anciano muerto en su casa, en el mayor de los abandonos y en medio de un estercolero, se escuchan voces que sabían de la situación de soledad de la víctima. Vecinos que denunciaron los hechos. Y que denunciaron, en especial, los malos olores que salían del piso de donde no salía, desde hacía meses, más que eso: malos olores, como único indicio de que en el interior malvivía alguien. Luego aparecen los responsables políticos que ofrecen un detallado informe de todo lo que hicieron para no hacer finalmente nada. Y las excusas de los médicos que no supieron auscultar con cierta ternura en las cavidades del enfermo, para escuchar los delirios de soledad que le salían del corazón. Y, como no, también las explicaciones de los jueces que tramitaron una pena por soledad como si fuera un delito por un juicio de faltas. Sin apenas darle importancia.

En Málaga hay otros 25 casos de enfermos con el Síndrome de Diógenes, una patología que en España afecta al 3% de los mayores de 65 años. Nos hemos inventado que la mayor dificultad para intervenir ante estas situaciones proviene de la invisibilidad externa de sus síntomas, y ya tenemos la excusa perfecta para justificar cada una de estas tragedias personales. Diógenes fue el fundador de la corriente cínica. Mal nombre por tanto para los enfermos. Es la sociedad la que padece el Síndrome de Diógenes. Por su cinismo ante estos casos.

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