Gobernabilidad
El talante como metáfora de la capacidad de gobernar. He aquí un tema de gran interés: cómo un hallazgo de mercadotecnia electoral condensa la línea medular del enfoque político del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Un enfoque que podría propiciar debates sugerentes si la oposición no estuviera tan desquiciada. Pongo por caso al consejero portavoz de la Generalitat, Esteban González Pons, que prefirió el pasatiempo de escudriñar dónde ha pronunciado María Teresa Fernández de la Vega sus conferencias y quién se las ha escrito (a los demás nos importa un rábano de dónde proceden los previsibles discursos del presidente Camps) antes que aplicar en la respuesta un ápice de su añorada inteligencia. Habló el lunes pasado en la Universidad de Alicante la vicepresidenta primera del Gobierno, como lo había hecho en Barcelona, de la "gobernabilidad", situándose en el terreno caliente de las reflexiones que politólogos, pensadores y sociólogos formulan en la encrucijada de la democracia mundial. La persona que ocupa el nivel de poder político más alto alcanzado por una mujer en la historia de España desgranó problemas como la evaporación de fronteras, el fraccionamiento identitario, la llamada de lo local, la subversión de los intereses públicos en nombre de los privados o la "fatiga civil", fruto de que se exige a la ciudadanía opinión sobre asuntos cada vez más difíciles en medio de un enfrentamiento entre gobierno y oposición a menudo "cainita y cargado de furia y ruido". Vino a plantear Fernández de la Vega el dilema entre legitimidad y eficacia que marca el problema de la gobernabilidad, es decir, en palabras de Xavier Arbós y Salvador Giner, "la cualidad propia de una comunidad política según la cual sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio de un modo considerado legítimo por la ciudadanía, permitiendo así el libre ejercicio de la voluntad política del poder ejecutivo mediante la obediencia cívica del pueblo". Propuso la vicepresidenta la "nueva ruta" de un Gobierno "próximo, responsable y transparente". Adquiere, con ese trasfondo teórico, el "talante" un perfil de complejidad ambiciosa, aunque hoy por hoy sólo tenga enfrente la compulsiva nostalgia de la autoridad.
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