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Nervios y prisas para un día especial

Como cada mañana, Carlos fue ayer al gimnasio y Emilio a trabajar. Pero eso fue lo único normal en el día "más importante" de su vida. Los dos coinciden en que llevan tres días durmiendo muy mal. "Estoy muy nervioso". En su luminoso ático, Carlos espera a que llegue la hora de su boda.

Hace ya tres horas que Emilio salió para el trabajo en El Corte Inglés. "Ha sido todo tan rápido que hasta el viernes no le dije a mi jefe que me casaba", se justifica. "Además, estamos en plena campaña de rebajas, y tenía cosas que hacer", relata.

Emilio ha aprovechado también para pasar por la peluquería y comprar unos zapatos. El traje de Carlos lleva días en el armario. "Yo quería ponerme algo de lo que ya tenía, pero Emilio se empeñó en que estrenara", dice. Los trajes serán "normales, chaqueta y pantalón, para que sirvan después en el crucero que nos ha regalado mi suegra", señala práctico.

Carlos espera impaciente en el piso. "¡Este tiempo que no pasa!", se queja a las 11.30. El móvil no para de sonar. En El Corte Inglés, Emilio pone el suyo a cargar. "Con tanta llamada me he quedado sin batería", explica. En el ático, Carlos recibe el mensaje de un amigo. Está en inglés. "Felicidades en el día más importante de vuestra vida", traduce.

Tantos periodistas

Suena el teléfono de Emilio. Es su hermana, que se queja. "Dice que como lo hemos preparado todo tan deprisa no tiene nada que ponerse. Y menos cuando se ha enterado que va a haber tantos periodistas", se ríe. No ha habido ni despedida de soltero ni habrá banquete oficial hasta octubre, "en Divina, el restaurante de un amigo". "Es que todo ha sido muy rápido", justifican.

Ninguno pensaba que su boda fuera a traer tanto revuelo. "Creíamos que antes que nosotros habría otras muchas parejas", dice Carlos. Agobiados por la expectación, hacen lo que pueden para mantener la calma. "Yo no voy a comer. No quiero que me siente mal", dice Emilio antes de la copa que ha preparado con sus compañeros para celebrar su boda. "Hola, estrella", le saluda en broma uno de ellos. Al final, una veintena de colegas se unen para brindar por el novio.

"Emilio me ha dicho que en esa fiesta no pintaba nada", bromea Carlos, mientras enseña los cuadros y esculturas del piso. "Somos pequeños coleccionistas", afirma, y muestra orgulloso su primer regalo de boda: una escultura de Enrique Bordes. "Su mujer, la galerista de Pelayo 47, Maribel Cabrera, es una de las testigos", apunta.

La pareja lleva con militancia el interés de los medios de comunicación. "Nos parecía importante que la gente nos viera como una pareja normal: dos personas que se quieren, con una relación de 30 años", dice Emilio.

La mañana pasa y la hora de prepararse se acerca. Ajeno a todo el ajetreo, Tito, un gato canelo adoptado por la pareja, disfruta del sol en la terraza.

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