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Reportaje:

Lula aguanta el chaparrón

El presidente de Brasil mantiene su popularidad pese al escándalo de corrupción que ha acabado con la cúpula de su partido

Jorge Marirrodriga

Celso Daniel, alcalde de Santo Andre, una localidad cercana a São Paulo, cenaba una noche de enero de 2001 en un restaurante del barrio paulista de Jardims. A la salida fue secuestrado por varias personas y horas después apareció muerto. Su asesinato causó conmoción y se llegó a hablar incluso de un desconocido grupo terrorista que habría enviado cartas con amenazas. El crimen quedó sin resolver y casi en el olvido hasta que esta semana el nombre de Celso Daniel volvió a escucharse en el Congreso brasileño. Y es que Daniel pertenecía al Partido de los Trabajadores (PT) y su nombre fue pronunciado en una de las comisiones investigadoras que tratan de escrutar la maraña de irregularidades, por ahora financieras, cometidas por el partido que ganó las elecciones al año siguiente del asesinato del alcalde y llevó hasta la presidencia brasileña a Luiz Inácio Lula da Silva.

La oposición no apunta al jefe de Gobierno; prefiere tenerle pendiente de la crisis

Quien pronunció el nombre del asesinado es el diputado laborista Roberto Jefferson, quien el pasado junio abrió la caja de Pandora y denunció una vasta trama de corrupción con la que el PT no sólo se estaría financiando ilegalmente, sino que además compraría voluntades de rivales y aliados en todos los niveles de la Administración. Según Jefferson, de alguna manera, Daniel sabía algo.

El aluvión de revelaciones ya se ha llevado por delante a altos cargos, entre ellos varios ministros y asesores de Lula y al jefe de su Casa Civil, ha provocado dos reestructuraciones de Gobierno en una semana -la tercera será mañana-, ha costado el puesto al presidente del PT, José Genoino, y amenaza con romper el partido en al menos dos grupos. Y todo ello a falta de un año para las elecciones presidenciales, que hasta apenas hace dos semanas parecía que el PT iba a ganar sin problemas. Pero desde que Jefferson tirara de la manta -aunque sus propios compañeros parlamentarios no están muy seguros de sus intenciones al revelar el escándalo y han decidido privarle del derecho al secreto bancario, fiscal y de comunicaciones para que sea investigado-, el partido que llegó al poder en 2002 ha visto como sus altos cargos han ido cayendo uno tras otro. "En realidad el PT nunca fue fuerte. Tiene la presidencia de la República, pero apenas manda en tres Estados y en la Cámara ni siquiera tiene la mayoría", señala Carlos Augusto Manhanelli, presidente de una de las empresas especializadas en mercadotecnia política y asuntos electorales más prestigiosas del país.

En el centro de la tormenta está Lula, que igual sustituye a varios ministros y da más poder al centro-derecha, como destituye a viejos amigos acusados de corrupción. Lula ve como cae el chaparrón y trata de no mojarse, pero cada vez lo tiene más difícil. Una encuesta aparecida el sábado señala que el 55% de los brasileños cree que el presidente sabía algo de la trama, y lo que es peor: la prensa comienza a señalar a su familia como receptora de favores directos por parte de grandes empresas.

Sin embargo, el mandatario todavía goza de una ventaja. "Está blindado no sólo por los miembros de su partido, dispuestos a sacrificarse por él, sino también por la propia oposición, que le ha puesto por encima de toda sospecha", explica Manhanelli. "Hay otro factor que apoya a Lula, y es su política económica exitosa", añade Vera Chaia, profesora del Departamento de Política de la Universidad Católica de São Paulo. "Lo extraño del caso brasileño es que mientras aumenta la evaluación negativa en la opinión pública del PT -un 48% de la población opina que es un partido deshonesto- la imagen de Lula permanece casi intacta", apunta.

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Dado que el acuerdo político sobre la inocencia de Lula está alcanzado, la pregunta en Brasil es cómo afectará todo a su posible reelección en octubre de 2006. "Sin Lula el PT no puede ganar, es muy difícil. Aquí, al igual que ocurre en otros países de América Latina no se vota al partido, sino a la persona", asegura Manhanelli, quien apuesta a que el mandatario brasileño podrá recuperarse de los golpes de imagen propiciados durante esta semana contra su formación. "Ya nadie recuerda que cinco días antes de las presidenciales de 1989, Collor de Melo -a la postre ganador- llevó a la televisión a una mujer que destrozó la imagen de honradez y bonhomía de Lula. Cuatro años después esa imagen volvió a presentarse como si nada. Ahora pasará lo mismo", explica. "Como el grupo mayoritario del PT está dañado, Lula se está volviendo a apoyar en antiguos asesores, quienes le hicieron llegar a las puertas de la presidencia", confirma Vera Chaia.

Lula tiene previsto presentarse a la reelección y en opinión de los expertos la clave del éxito estribará en mantener su credibilidad ante el electorado, algo garantizado a corto plazo -cuando los escándalos son más presentes en los medios de comunicación-, al menos por la oposición, que no le apunta directamente. "Y no lo hará porque le conviene mantener al PT frágil y al presidente pendiente de la crisis", opina Manhanelli. El nuevo presidente del partido, Tarso Genro, ha dejado el cargo de ministro de Educación para tratar de capear el temporal de aquí a las elecciones. Su problema reside en saber hasta dónde llegarán las nuevas revelaciones.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, durante una conferencia el pasado febrero en Brasilia.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, durante una conferencia el pasado febrero en Brasilia.REUTERS

Morir de éxito

"Morir de éxito" es una expresión que se reafirma por la vía de los hechos una y otra vez. Eso es precisamente lo que le ha pasado al Partido de los Trabajadores (PT), cuya militancia se ha multiplicado por dos en apenas dos años: de 410.000 en enero de 2003, cuando Lula juró como presidente de Brasil, a 840.000 en enero de 2005. Además de un crecimiento desmesurado de la maquinaria partidista el PT comenzó a estar presente en multitud de administraciones locales, negociaciones, campañas políticas... El año pasado se multiplicaron las expulsiones y las renuncias de cargos que se oponían al rumbo tomado. Uno de los casos más notables fue la expulsión de la diputada Heloísa Helena, quien en el Congreso votó contra una emblemática ley, la de asistencia social. El hecho provocó una cascada de dimisiones de históricos militantes como el ex diputado y periodista Milton Temer: "El PT ha perdido su identidad. Sus líderes son unos pragmáticos que sólo quieren el poder".

El punto de inflexión se produjo en la década de los noventa cuando una nueva hornada de dirigentes encabezados por José Dirceu -presidente del partido hasta 2003 y destituido número dos

de Lula en el Gobierno- se hace con las riendas del partido. Dirceu lideraba un grupo que desplazó a dirigentes más izquierdistas. La nueva dirección consiguió la victoria electoral en apenas 10 años, pero según se está demostrando, no supo administrar esa victoria. El experto en mercadotecnia política Augusto Manhanelli tiene su propia teoría. "El problema del PT es que se ha preparado siempre para estar en la oposición y cuando llegó al poder no estaba preparado y, lo que es peor, apartó a los militantes que sí estaban preparados. No tenían ni idea".

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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