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Reportaje:EL TERROR REAPARECE EN LONDRES

Una respuesta británica

Hay diferentes opiniones sobre los méritos de Beckham como futbolista, pero el disparo más certero de su vida lo lanzó desde un micrófono a las 48 horas de la matanza en los trenes de Madrid, la mañana después de las manifestaciones masivas contra el terrorismo que se organizaron a lo largo y ancho de España.

El capitán de la selección inglesa es muy admirado por sus compatriotas, pero no como orador. Nadie le ha acusado nunca de ser un Churchill. Pero las palabras que dedicó a su ciudad adoptiva, hechas en la sala de prensa del Real Madrid, expresaron no sólo dolor, sino una reflexión sobria sobre las lecciones que deberían extraerse de la tragedia. Con una sensibilidad que pocos conocían, dio en el clavo.

Los británicos, gente pragmática, entienden a fin de cuentas que, en la lista de posibles causas de muerte, el terrorismo ocupa un puesto muy bajo
Lo que ocurrirá ahora es que la gran reconstrucción del este de Londres planificada para los Juegos Olímpicos se hará con más ganas que antes
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"Cuando ocurren cosas como éstas, los países y la gente del mundo se unen, independientemente de su nacionalidad", dijo Beckham. "Yo soy un inglés que vive en España, pero todo el mundo se ha unido, no importa de dónde sea, y eso es algo bueno. Lo que ha ocurrido ha sido una gran expresión de solidaridad, y espero ahora que logremos superar estos tiempos tan complicados. Se ha demostrado la fuerza de la gente. Ha sido duro para todos, pero es bueno ser parte de la situación".

El contraste no podría haber sido más total con las palabras del portavoz de Al Qaeda que reivindicó el atentado de Madrid. "Vosotros amáis la vida", dijo, "nosotros amamos la muerte". Al decir Beckham que fue bueno ser parte de la situación, se refería al hecho de haber podido compartir esa gran afirmación en favor de la vida que habían supuesto, en lo esencial, las manifestaciones españolas.

Con ese mismo espíritu, pero en circunstancias alegres, las multitudes en Trafalgar Square celebraron el pasado miércoles el triunfo de Londres al haber sido elegida la ciudad como sede de los Juegos Olímpicos del año 2012.

Beckham, en Singapur como parte de la comitiva que promocionó la candidatura londinense, celebró la victoria como si hubiese marcado un gol. Ganó Londres porque la presentación final que hizo la delegación oficial de la ciudad ante el Comité Olímpico Internacional fue la que vinculó de manera más emotiva el deporte con, precisamente, el amor a la vida. Los londinenses supieron comunicar de manera más efectiva que los demás una de las ideas más esperanzadoras de estos tiempos globalizados: que el deporte es una fuerza capaz, más que cualquier otra, de unir a gente de diferentes nacionalidades, razas, ideologías, religiones.

La fuerza que tiene el deporte -sea el fútbol o sea un atleta que bate el récord de los 100 metros- es la fuerza de la ilusión. Ilusión significa esperanza, alegría, entusiasmo. La palabra también posee una connotación de inocencia infantil.

Todo eso, y más, fue lo que los mercaderes de la muerte, de la antiilusión, pretendieron aniquilar con su ataque a Londres el jueves por la mañana, cuando la gente iba en tren a su trabajo, como las víctimas de Madrid. Pero, por más que se empeñen en hacer lo mismo, los suyos siempre serán triunfos pasajeros. Afectarán a las víctimas, y a los familiares de las víctimas, claro. Pero del mismo modo que la muerte súbita, inesperada, nos puede tocar a todos. Los británicos, gente pragmática, entienden a fin de cuentas que en la lista de posibles causas de muerte, el terrorismo sigue ocupando un puesto muy por detrás no sólo del cáncer o cualquier cantidad de enfermedades, sino también del riesgo que conlleva subirse a un coche o un avión o fumarse un paquete de tabaco. Eso, en cierto modo, lo han entendido los españoles. Quizá no de manera consciente, pero el hecho es que un año y cuatro meses después del 11-M, los madrileños no han cambiado sus hábitos de vida ni un ápice. La Spanish way of life sigue igual, como lo hará, cuando pase en Londres el shock inicial, la English way of life.

Quizá hasta se note menos allá. La flema inglesa no es ninguna invención de los novelistas o guionistas de cine. Llamó la atención ver en televisión el jueves las entrevistas con las personas que emergían, cubiertas de polvo negro y en algunos casos sangre, del metro de Londres. Había más resignación que rabia. Un señor, un abogado que había rozado la muerte, dijo que lo que sentía por los terroristas era compasión. "¿Compasión?", le preguntó, sorprendido, el reportero de televisión. "Sí", contestó, sorprendido a su vez ante la pregunta, como si hubiera dicho la cosa más obvia del mundo. "La compasión".

Sangre fría

Como si la sangre fría -y otras cualidades humanas más valiosas que la sangre fría esconde- que permitió que Londres sobreviviera los bombardeos alemanes durante la II Guerra Mundial volviera a correr una vez más por las venas de los nativos. A través del terror de aquellos ataques, Hitler pretendió doblegar a los ingleses, provocar su rendimiento. Pero si él no lo logró, mucho menos lo va a hacer Osama Bin Laden.

En conversaciones por teléfono y correspondencia por correo electrónico con conocidos en Londres a las pocas horas de los atentados, lo que más llamó la atención fue la insistencia de la gente en hablar de otras cosas. De tomarse el desastre, como los ingleses se toman casi todo, con sentido del humor. A la pregunta: "¿La familia, todos, bien?", la respuesta, invariablemente, era algo así como: "Sí, todo bien. Pero ¿a que el tiempo es mucho mejor allá que acá?", o "Ningún problema, gracias. ¿Pero has visto la noticia de que Luis Figo se va al Liverpool?".

Lo que ocurrirá ahora es que la gran reconstrucción del este de Londres planificada para los Juegos Olímpicos se hará con más ganas que antes. A la energía e invención que ya se anticipaban se agregará un componente de desafío. A los británicos les encanta el deporte. Es donde dan rienda suelta a la pasión que en la vida cotidiana suelen reprimir, o a disolver a través de aquel reírse de todo instintivo. Es, para ellos, la vida misma. No hay más que ver a los aficionados de los clubes de fútbol para constatarlo. Beckham nunca ha sentido desde las gradas del Bernabéu la intensidad de la emoción que emitían las hordas de Old Trafford, el estadio de su antiguo club, el Manchester United.

Bill Shankly, legendario entrenador del Liverpool, el club cuyos aficionados son los más apasionados de todos, tenía razón. "El fútbol no es cuestión de vida o muerte, es mucho más importante", dijo. La cita se ha repetido de boca en boca millones de veces en todo el mundo. No por lo que dice sólo del fútbol, sino de todo el deporte. De ahí el hambre que había por ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2012 en Madrid y París. De ahí la alegría y la ilusión de los ingleses cuando Londres ganó -una alegría y una ilusión que los ataques del jueves no extinguirán.

Como dijo el capitán inglés, se ha demostrado la fuerza de la gente. En Londres, como en Madrid, se seguirá demostrando.

Edición especial del tabloide <b><i>Evening Standard</b></i>, en los quioscos londinenses.
Edición especial del tabloide Evening Standard, en los quioscos londinenses.AP

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