Viajes con Guillermo
Miriam Gómez evoca momentos de su vida con Cabrera Infante
La tragedia de Londres nubló ayer en Cuenca el primer viaje que Miriam Gómez hace sin su esposo, Guillermo Cabrera Infante, a quien la Universidad de Castilla-La Mancha le dedica un homenaje que hasta hoy dirige Fernando Iwasaki.
Miriam, actriz que dejó su trabajo para dedicarse a su esposo, viajó con Guillermo por todo el mundo, desde que en 1965 el novelista cubano, que falleció en Londres a los 75 años el 22 de febrero, decidió el exilio con sus dos hijas.
Rodeada por amigos (Molina-Foix, Savater, Enrico M. Santí, Zoé Valdés, Nivia Montenegro, Valentí Puig, Garci, Rodríguez Rivero, Volpi, Méndez Guedes, Paz Soldán, Márius Serra...), la actriz se atrevió a hacer el primer viaje sin él, y antes de recibir la terrible noticia de los atentados habló con nosotros de algunos de los viajes que hizo con Guillermo...
"Fue feliz en Cuenca, en las cataratas del Niágara, en Hollywood, y adoraba los hoteles"
Le fascinaron Cuenca, el Niágara... "El viaje en el que se sintió más feliz fue uno que hizo hace 10 años desde EE UU. Volvía en un avión de Iberia y había ido al baño. Me preocupé: tardaba tanto. Y cuando volvió estaba radiante: el sobrecargo lo había acorralado: 'Usted es un gran escritor, pero políticamente es un asco'. Ese insulto le aliviaba. La gente que le insultaba no tenía un pensamiento político, sino un sentimiento político, ¡y contra los sentimientos no se puede luchar!".
Era horrible en los aviones. "Creía, como Welles, que en los aviones sólo se puede padecer terror o aburrimiento". Y ese mismo día en que lo insultó el sobrecargo tuvo una buena ración de lo primero. No obedecía el tren de aterrizaje; se agarraron de las manos, dispuestos a morir juntos. Y sobrevolando la selva venezolana descubrieron que una de las puertas del avión estaba a punto de abrirse. Al final el viento horrible no los metió en el corazón del bosque.
Guillermo estaba en Adelaida, Australia, resguardándose del sol que hacía rubios a los aborígenes morenos, mientras Miriam compraba... Cuando ella volvió él estaba entusiasmado: ¡los aborígenes no saludaban a extranjeros, pero a él le trataban como si fuera un paisano!... Le encantaban los hoteles: cuando iba a morir, Miriam, que estaba horrorizada del hospital Chelsea and Westminster, consiguió llevarlo al Charing Cross Hospital, "y le dije, aunque ya estaba muy sedado, que le había llevado a un gran hotel, un sitio perfecto donde nos iban a dar champán y de todo...".
"El del exilio fue el viaje más dramático, claro, no ha acabado... Vinimos a España, aquello me pareció el paraíso, cuando pasamos por Irún..., pero seguimos hacia el sur, qué país tan pobre, cuánto lloré en Córdoba... El sur era de niños y de viejos... Lo que hace la democracia, cuánto ha cambiado este país... Y luego nos vinimos a vivir a Madrid, muy pobremente... Yo hacía risotos, y un día Guillermo se horrorizó, cuando preparé risoto con una latica de calamares en su tinta... Guillermo fue a Londres, de negro de Joe Masot, para el que iba a hacer el guión de Wonderwall, y cuando quisimos renovar la residencia la policía lo llamó y le dijo: 'Usted viaja mucho, no necesita residencia'. Había publicado muchas cosas contra el franquismo (de Goytisolo, de otros)... Nos fuimos a Londres, y allí me detuvieron con las niñas, al llegar... Vivimos muy pobremente; él fue solo a Hollywood (¡me quedé cuidando a nuestro gato Offenbach!) y allí fue el guionista de Vanishing Point: vivió el Hollywood literario, siguió los pasos de Raymond Chandler, fue tan feliz...".
"Y yo creo que fue feliz en el Niágara", dice Miriam, "sobre todo porque allí se encontró con un pequeño monumento al poeta cubano Heredia, que escribió el poema Niágara: 'Pero faltan las palmas, pero faltan mis palmas'. Sí, yo creo que él hubiera firmado ese poema".
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