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Reportaje:

Investigaciones manipuladas

El 15% de los investigadores modifica el diseño, los métodos o los resultados de un estudio para complacer a un patrocinador

Quienes se preocupan por la mala conducta de los investigadores deberían ver más allá de la mentira, la falsificación y el plagio que tradicionalmente han definido el término y tener en cuenta fechorías menos obvias, como interpretar datos de forma cuestionable, alterar métodos de estudio para satisfacer a un patrocinador, y otros problemas, según investigadores de Minnesota. Afirman que este tipo de "mala conducta mundana y habitual" se produce a menudo y amenaza más a la integridad de la ciencia que esporádicos casos prominentes de mal comportamiento. Los investigadores entrevistaron a casi 1.500 científicos cuyo trabajo había sido financiado por los Institutos Nacionales de Salud de EE UU. Aunque menos del 1% reconoció delitos como falsificar resultados o desoír normas para el tratamiento de las personas participantes en una investigación médica, más del 15% respondió que había modificado el diseño, los métodos o los resultados de un estudio para complacer a un patrocinador. Un porcentaje casi igual confesó utilizar "diseños de investigación inexactos o inapropiados".

Una práctica común es incluir a un autor que apenas ha contribuido a la investigación
Algunos científicos firman un trabajo que ha sido escrito por un patrocinador comercial

"Nuestros hallazgos revelan una serie de prácticas cuestionables sorprendentes en su amplitud y preponderancia", afirman los investigadores, que describen sus descubrimientos en un reciente artículo de la revista Nature. En el pasado, varias organizaciones científicas eminentes han desaprobado las insinuaciones de que la definición de conducta científica debería ampliarse más allá de los delitos conocidos colectivamente como FMP [por fraude, mentira y plagio], basándose en que sería imposible redactar directrices que fueran aplicables a todo el mundo y que una supervisión detallada supondría una intrusión innecesaria y perturbadora para el proceso de investigación.

Los autores del análisis, Brian C. Martinson, de la Fundación Health Partners Research, de Minneapolis; Melissa S. Anderson, de la Universidad de Minnesota, y Raymond de Vries, de la Universidad de Minnesota y la Universidad St. Olaf, afirman que su estudio es el primero en analizar cuantitativamente el comportamiento de los investigadores. En consecuencia, señala Martinson, es imposible decir si los patrones de comportamiento han cambiado durante los últimos años, en los que los patrocinadores comerciales han desempeñado un papel más amplio en la investigación biomédica, el único campo científico cubierto por el sondeo. Además, "no todas las preguntas funcionaron del modo que queríamos", dice Martison, sociólogo que investiga cuestiones de salud en la Fundación Health Partners Research. Por ejemplo, modificar el diseño de un estudio porque una comisión designada por el Gobierno manifiesta preocupaciones de seguridad es muy distinto de hacerlo para ofrecerle a un patrocinador comercial los resultados que desea, y la pregunta de la encuesta no lo distinguía.

Otro aspecto tratado en el estudio, acreditar de forma inapropiada una autoría, puede implicar que alguien que apenas haya contribuido a un informe figure como coautor, una práctica común entre los científicos. Pero también puede significar que los científicos hayan permitido que se les incluya como autores de un trabajo que ha escrito un patrocinador comercial. Michelle Mello, catedrática adjunta de política y legislación sanitaria de la Escuela Harvard de Salud Pública, afirma que es difícil diseñar sondeos para resolver estas cuestiones. "En una encuesta sobre mala conducta, no quieres formular la pregunta de forma que nadie reconozca que lo ha hecho", dice. "Pero esa ambigüedad dificulta el llegar a una conclusión sobre lo preocupados que deberíamos estar". Mello es autora de un informe, publicado en mayo en The New England Journal of Medicine, acerca de los colegios médicos, que varían notablemente sus normas para probar nuevos medicamentos para empresas farmacéuticas, y entre los cuales unos aceptan mucho más control de las empresas que otros. Aun así, duda que el comportamiento cuestionable sea generalizado entre los investigadores.

Señala que los encuestados reconocieron en cifras mucho más elevadas otras categorías de conducta aceptadas entre los científicos, aunque son técnicamente inapropiadas. Por ejemplo, afirma que el 70% de los científicos entrevistados respondieron que habían aplicado fondos de una beca a otro proyecto. "Esto no cuenta con la aprobación del Gobierno federal", señala, pero "los científicos no creen que sea incorrecto. Lo interpretan como un modo de lograr una investigación mejor y más amplia con el dinero del que disponen".

Martinson, sociólogo, dice que su trabajo surgió de su interés por el modo en que los científicos responden a las presiones de la investigación de alto nivel y al estrés de obtener dinero para costearla. "Muchos de los comportamientos que estamos estudiando pertenecen a esa categoría: el modo en que debes comportarte si quieres seguir consiguiendo financiación", explica. "¿Les da eso la razón? No lo sé", concluye.

Un investigador manipula una placa con células madre en su laboratorio.
Un investigador manipula una placa con células madre en su laboratorio.ULY MARTÍN

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