Hijo y nieto de joyeros
Acabo de leer el artículo de su colaborador Benjamín Pardo titulado Los joyeros, publicado el jueves 30 de junio. Es difícil, como hijo, nieto y sobrino de joyeros, explicar el cúmulo de sentimientos que me ha provocado este artículo (rabia, indignación, tristeza).
Creo que sólo tiene como referencia, por lo que al trabajo de este gremio se refiere, a Juan Marsé, y que, por desconocimiento, sigue pensando, como la gran mayoría, que los joyeros son todos millonarios, que su negocio les da para tener dos o tres residencias, comprar coches de lujo, y, por supuesto, poder contratar servicios privados de seguridad, tanto como para su negocio como para su protección personal (escoltas).
Siento mucho desilusionarle, pero la gran mayoría de los joyeros tiene unos beneficios bastantes ajustados, pues de lo que da el negocio hay que pagar a los proveedores, empleados y, lo más importante, impuestos, de los que salen los sueldos para pagar a los cuerpos de seguridad del Estado y a los jueces, sin olvidar a los políticos. Ahora bien, si la policía y las leyes no sirven para proteger a los ciudadanos, tendremos que contratar seguridad privada, siempre y cuando nos descuenten de nuestros impuestos la parte proporcional que tendría que ir a los que tienen que velar por nosotros.
Creo que sería una medida justa, ya que así, la próxima vez que un joyero (o un taxista, o un peletero) resultara asesinado por defender el pan de su familia, no tendríamos que manifestarnos para pedir al Gobierno que cumpla con sus obligaciones, y sí reclamaríamos a la empresa de seguridad por no haber cumplido su parte del contrato, que es defendernos..
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