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Reportaje:ESCAPADAS | Alarcón

Un lugar fuera del tiempo

Un castillo, tres murallas, cuatro torres y el foso del Júcar defienden a esta villa conquense de los atropellos del progreso

Observaba Borges que envejecer es descubrir que no nos interesan las novedades, "que nada esencialmente nuevo hay en ellas y que no pasan de ser tímidas variaciones".

Será que nos estamos haciendo mayores o será que, como decía Bécquer, "es inherente a la naturaleza frágil del hombre simpatizar con lo que perece y volver los ojos con cierta triste complacencia hacia lo que ya no existe". Pero, cada luna que pasa, nos gustan más las viejas carreteras secundarias y menos las flamantes autopistas; nos agradan menos las grandes capitales que éstas comunican y más los apartados lugares que, como Alarcón, fueron asaz importantes y ya no lo son.

Quien sienta lo mismo que nosotros, hallará un placer casi morboso en salirse de la autopista A-3 a la altura de Honrubia para continuar por la antigua N-III, que ya no usa nadie, atravesando un paisaje espectral de negros carrascales, mustios pinares y áreas de servicio abandonadas.

Dicen que Alarcón fue reconquistada en 1184 por el capitán Martínez de Ceballos

Y a los 18 kilómetros, cuando ya se le esté pasando el primer subidón de melancolía, hará bien en desviarse a manderecha por otra carretera aún más solitaria que, surcando un páramo gris, va a morir a la península rocosa, abrazada por las aguas color esmeralda del Júcar, donde yace la amurallada Alarcón, tan ajena al mundo como un molusco dentro su concha.

Dicen que esta villa fue reconquistada en 1184 gracias al arrojo de un solo hombre, el capitán Martínez de Cevallos, precursor de James Bond que escaló sus tapias usando dos dagas vizcaínas a guisa de piolets.

Sea cuento o verdad, el caso es que sus siguientes dueños -los caballeros de Santiago, el infante don Juan Manuel, los marqueses de Villena...- se preocuparon de guarnirla mejor, levantando cuatro torres avanzadas, tres murallas y un castillo tan fuerte, que cuando don Juan Pacheco, primer marqués de Villena, se peleó con los Reyes Católicos, a éstos no les quedó otra que negociar, pues no había modo de hincarle el diente, y menos una daga. El mejor lugar para contemplar Alarcón es la torre del Campo, que se empina vertiginosa al borde del acantilado, metros antes de que la carretera se cuele en la villa enhebrando las puertas del Campo, de Enmedio y del Bodegón.

Y el mejor para iniciar la visita a pie, la plaza de Don Juan Manuel, donde se alzan el Ayuntamiento, con su elegante galería renacentista, y la iglesia herreriana de San Juan Bautista, que llevaba un siglo largo sin culto cuando llegó en 1994 Jesús Mateo y comenzó a llenarla de pinturas abstractas. Podrán gustar o no, pero mejor que cerrada, la iglesia está. De la plaza salen, por la parte de naciente, dos calles paralelas que definen el eje mayor de esta típica villa medieval, en forma de almendra.

Paseando por ellas, y por las adyacentes, vense palacios, nobles casonas y otras tres iglesias -la de Santo Domingo de Silos, de origen románico, hoy auditorio y sala de exposiciones; la de Santa María y la de la Santa Trinidad, ambas con bellas portadas platerescas-, que hablan de los buenos tiempos de una parroquia antaño populosa y hogaño reducida a poco más de 190 almas. Todos los caminos, por este lado, llevan al castillo, que levanta su almenada torre a más de 50 metros sobre las aguas represadas del Júcar, verdes como un elixir de clorofila. Y debe de ser verdad lo que dicen los que saben de cromoterapia, que el verde relaja mucho, porque en esta fortaleza -que es Parador de Turismo desde 1966-, el infante don Juan Manuel encontró, entre batallas e intrigas, la paz necesaria para escribir la mayor parte de su obra.

Para ver más de cerca estas aguas, está la senda de las Moreras, un itinerario bien señalizado que, saliendo por la puerta de Chinchilla, permite rodear la península hasta llegar al puente del Henchidero y, desde allí, trepar a la torre de los Alarconcillos. Pero esto es algo que contaremos con más detalle otro día, cuando volvamos a Alarcón buscando hoces y alamedas, y no ruinas y melancolías.

Caballos, bicicletas y piraguas

- Cómo ir. Alarcón se halla en el sur de Cuenca, a 180 kilómetros de Madrid yendo por la A-3 hasta Honrubia y luego por la N-III.

- Qué ver. Castillo, murallas y torres del Campo, de los Alarconcillos, del Calabozo y de Cañavate; puentes del Picazo y del Henchidero; iglesias de San Juan Bautista (murales), Santa María, Santa Trinidad y Santo Domingo de Silos; Ayuntamiento renacentista, casas nobles y palacios. Visitas con guía, Tel. 630 56 52 58.

- Alrededores. En Castillo de Garcimuñoz (a 32 km): fortaleza y casas blasonadas. En Valeria (a 45 km): ruinas de la ciudad romana y hoz del río Gritos. En Minglanilla (a 48 km): hoces del Cabriel.

- Comer. Parador Marqués de Villena (teléfono 969 330315): cocina castellano-manchega; precio medio, 27 euros. Mesón Don Julián (Tel. 969 33 03 00): especialidad en carnes gallegas y mariscos; 18 euros. La Cabaña (Tel. 969 3303 73): asadillo, ajo cocido, morteruelo, cordero asado y tarta de la Tercia; 15 euros.

- Dormir. Parador Marqués de Villena (Tel. 969 33 03 15): ubicado en el castillo, sus dependencias recién remozadas exhiben cuadros de Tàpies, Redondela, Sempere...; doble, 160-198 euros. El Hidalgo de Alarcón (Tel. 969 33 03 21): caserón lleno de valiosos muebles de diversas épocas y estilos -Regencia, Biedermeier...-; 50 euros. Don Julián (Tel. 969 33 03 00): habitaciones con sauna e hidromasaje; 50 euros. Posada El Infante (Tel. 969 33 03 23): dormitorios bien equipados, decorados en estilo castellano; 38 euros.

- Actividades. El Hidalgo de Alarcón (teléfono 969 33 03 21): caballos y bicis. Alarcón Rural (Tel. 96 342 14 57): multiaventura -piraguas, escalada, tirolina...- para grupos en el embalse de Alarcón.

- Más información. Oficina de Turismo (Posadas, 6; teléfono 969 33 03 01). Ayuntamiento (plaza de Don Juan Manuel, s/n; teléfono 969 33 0354). En Internet: www.ayto-alarcon.com y www.dipucuenca.es

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