Los polémicos planes de los socialdemócratas
Schröder puso ayer el dedo en la llaga de la oposición democristiana-liberal al defender sus reformas. "Hemos emprendido algo que nuestros antecesores habían omitido. Hemos comenzado algo para lo que CDU, CSU y FDP tuvieron 16 años, pero nunca el coraje suficiente", dijo Schröder aludiendo al Gobierno de Helmut Kohl.
Schröder se granjeó el rechazo abierto de sectores de su propio partido con unas reformas que sigue defendiendo como imprescindibles. El canciller empezó por quitar a las arcas públicas el peso exclusivo de las pensiones para hacerlas descansar sobre un segundo pilar de financiación privada. Con un nombre que hace alusión al ministro de Trabajo que la puso en marcha, la pensión Riester trataba de modernizar un sistema que, a causa de la evolución demográfica de Alemania, era insostenible a largo plazo. Más tarde, la reforma de la sanidad introdujo un pago de 10 euros por visita médica y trimestre.
No obstante, la reforma más polémica fue la laboral, que Schröder encargó al jefe de personal de Volkswagen, Peter Hartz, en 2002. Tras renovar su mayoría en las elecciones de septiembre de ese año, Schröder hizo aprobar una serie de medidas para terminar con un problema, el paro, que es de lejos el más grave que sufre el país con una cota de cinco millones.
Los principales puntos de la reforma laboral son: una subvención a empresas unipersonales para fomentar el empleo por cuenta propia, la obligación para los parados de aceptar empleos aunque tengan que mudarse a otra ciudad, la reforma del Instituto de Empleo y transformación de las antiguas oficinas de empleo en modernos centros especializados, la fusión del subsidio de desempleo y la ayuda social por tiempo indefinido en un nuevo subsidio por tiempo limitado. Por último, la posibilidad para los perceptores de este subsidio de obtener ingresos adicionales mediante miniempleos que cobran a un euro por hora.
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