Digital aficionado
Se decía que la aparición de las cámaras digitales iba a conllevar una democratización del cine y que éste se removería desde su base para que cualquier artista con ideas, talento y no demasiado dinero pudiese llevar su historia a las pantallas por caminos distintos a los habituales. Sin embargo, al menos en lo que concierne a la producción y distribución española, aún estamos a la espera de esa película rodada con cuatro perras, en formato digital, que nace de la nada para convertirse, no ya en mucho sino al menos en algo. Sex, de Antonio Dyaz; A+, de Xavier Ribera; Síndrome, de Liberto Rabal; WC, de Enio Mejía, y alguna más se han ido sucediendo en la cartelera sin que ninguna aportara una pizca de clarividencia. Ahora llega Sótano, producción mexicana de 2002, pero culminada en España en 2005 después de una larga posproducción y reconstrucción de la banda sonora: una paupérrima mezcla de intriga psicológica y terror experimental.
SÓTANO
Dirección: Francisco Arasanz. Intérpretes: Hilda González Muñoz, Juan Carlos Bonet, Claudia Palacios, Enrique Martínez. Género: drama. México, 2005. Duración: 65 minutos.
Con una dirección, interpretación y escritura de aficionados, Sótano demuestra que un asunto es la falta de medios y otra la posesión de una mínima profesionalidad y/o exigencia con uno mismo y con su obra. Se puede perdonar que la historia sea mala o que no esté bien narrada, pero que no se repita una toma cuando la luz que entra por una ventana se come toda la secuencia (rostros y cuerpos) que se quiere mostrar es un disparate. Para eso se suponía que servía, entre otras cosas, el formato digital: para repetir una y mil veces sin gastos de celuloide.
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