Apoyar la natalidad

En 2004, España volvió a recuperar la cifra de nacimientos que tenía hace 20 años. Por sexto año consecutivo, la natalidad experimentó un nuevo crecimiento, y aunque fue moderado -3% más que en 2003- tiene importancia porque confirma que el cambio de tendencia iniciado en 1999 mantiene su fortaleza. El aumento de la natalidad ha permitido subir de nuevo la tasa de fecundidad del 1,30 al 1,32 hijos por mujer en edad fértil. Hemos dejado atrás la sima de 1,07 hijos con la que España se situó a la cola del mundo, pero todavía está lejos de los 1,52 de la media europea.

La inmigración ha tenido de nuevo un papel determinante. El 13% de los nacimientos fueron de madre extranjera, lo que supone uno de cada siete bebés nacidos. Pero aunque las mujeres inmigrantes siguen contribuyendo poderosamente a la recuperación de la fecundidad, su impacto es cada año inferior. No es imaginable que el ritmo de crecimiento de la población inmigrante se mantenga durante mucho tiempo. A comienzos de 2005 había en España 3,7 millones de extranjeros empadronados, un 8,4% de la población. Existe un margen de crecimiento, pero habría que hacer lo posible para no tener que fiar en el futuro a la población venida de fuera la responsabilidad de mantener la tasa de reposición.

La positiva evolución que la inmigración ha tenido sobre la natalidad no debería llevarnos a engaño sobre las causas profundas de la caída experimentada en la década de los noventa y la forma de superarlas. Es necesario aplicar políticas más decididas de apoyo, incidiendo especialmente sobre causas estructurales como la precariedad en el empleo, la dificultad de conciliar vida laboral y familia y la discriminación en el trabajo. Las dificultades laborales y el mayor esfuerzo que tienen que hacer las mujeres para prosperar en sus carreras profesionales se salda, muchas veces, con una renuncia a la maternidad.