Un 'peso político' menguado

El peneuvista Javier Balza (Bilbao, 1957) llegó a la cartera de Interior en sustitución de Juan María Atutxa en plena tregua de ETA, en 1998, y terminó su mandato la pasada legislatura con los 7.500 ertzainas a sus órdenes en la diana de la banda.

Casado y con dos hijos, es un peso político menguado por las circunstancias y los equilibrios internos que aún tiene que hacer el PNV de Josu Jon Imaz con el Gobierno de Ibarretxe. Su capacidad de comunicación y habilidad política para la discusión de fondo le debería haber llevado esta legislatura a una vicepresidencia política. Su desconocimiento del euskera ha frenado también la posibilidad de haber sustituido a Miren Azkarate como portavoz. Pero su obediencia interna le ha convertido en un animal político menguado, que espera en su fuero interno que se haga realidad la idea con la que se hizo cargo de la cartera en 1998 -la paz- y que en esta legislatura se pongan las bases para la normalización. Y, sobre todo, que, si no se agotan los cuatro años de mandato, pueda hacer realidad aquella máxima, atribuida indistintamente a Atutxa y al ex consejero catalán de Interior Xavier Pomés, según la cual "menos de cuatro años de consejero de Interior es poco y más de ocho, demasiado". Curtido en la escuela del peneuvista Juan Ramón Guevara desde finales de los 80, toda su carrera en la Administración autonómica ha estado ligada a Ibarretxe, de quien fue número dos cuando aquél era vicelehendakari.

Inicia su tercera legislatura con la asignatura pendiente de convertir a la Ertzaintza en una policía Schengen y con la polémica de la financiación de los nuevos 250 agentes todavía sin resolver. A la espera de lo que pueda pasar en materia antiterrorista, a nivel interno debe responder a la exigencia sindical de un nuevo convenio y abordar la regulación de la segunda actividad.