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Tribuna:OPINIÓN | Apuntes
Tribuna
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Educación para la ciudadanía

Coincidiendo con las propuestas de reforma educativa que pretende el gobierno central, algunos ilustres filósofos, prestigiosos abogados y políticos profesionales han venido declarando la conveniencia de una nueva "asignatura", "materia" o "disciplina" en el curriculum escolar llamada Educación para la Ciudadanía, y por lo que se declara en algunos cenáculos bien situados ésa parece ser la posición tomada en el Ministerio. Déjenme que desde la más modesta Pedagogía argumente sobre el desacierto, no de la siempre necesaria y urgente educación para la ciudadanía, sino de la traducción curricular de ese saber socialmente necesario en la forma de una asignatura a añadir al programa escolar.

La verdad es que hablar de ciudadanía es imposible si no la acompañamos de la idea de sociedad que queremos, pues cada forma de régimen define su propia condición de ciudadano. Recuerden, al respecto, que el Siglo de las Luces alumbró una categoría de ciudadano en la que se excluían las mujeres, los niños y los sirvientes. Por eso mismo, discutir de ciudadanía y democracia es discutir de política, y sobre todo, de las condiciones de posibilidad de participación efectiva en las regulaciones e institucionalización de la vida social. Más allá de la obviedad, entonces, convendrá reconocer como derecho inalienable, que ese saber relacionado con la organización sustantiva de la vida social ha de estar presente en el programa educativo de la escuela. La cuestión a la que podría responder la pedagogía, si se la preguntara, es: ¿de qué manera? ¿con qué procedimientos? ¿qué praxiología requiere la Educación para la Ciudadanía? Una primera e inmediata respuesta por mi parte es: no con un temario separado, asignaturizado, y relacionado con el modo tradicional de organización curricular que se conoce por disciplinariedad -ni en su versión clásica: dictado de apuntes, libro de texto, exámenes; ni en su versión "innovadora": competencias, portafolios, etc- No estoy negando con ello la existencia de conceptos estructurantes de un saber específico relacionado con la creación y sustentabilidad de la democracia, sino el modo en que con nuestro trabajo didáctico hacemos que estos pasen a formar parte de la caja de herramientas conceptuales y procedimentales con las que el sujeto trata de interpretar e intervenir en el mundo social.

Otra educación para la ciudadanía es posible. Recurriré aquí a John Dewey, uno de los filósofos que más nos ayudó a los pedagogos a pensar la educación, y alguien especialmente preocupado por las relaciones entre educación y democracia, como todo conocedor de su obra sabe muy bien. En noviembre de 1894, en una carta a su esposa Alice, Dewey dice: "A veces pienso que dejaré de enseñar filosofía, sin más, y la enseñaré por medio de la pedagogía". En el mismo texto explica su propuesta: la escuela como un taller de experimentación social en el que un proyecto de trabajo común pone en relación los saberes de lo que él llamó "la instrucción científica" y "la instrucción social". La idea, elemental en su formulación, es particularmente apropiada para el caso de la Educación para la Ciudadanía. Si verdaderamente queremos esta formación deberemos transformar la escuela en un laboratorio social en el que sea posible el ejercicio de la política como un ensayo de nuestra condición y capacidad para el análisis del poder. Y esto requiere en las aulas, entre muchos otros aspectos, que el espacio no permite listar, profesores preparados y con voluntad, antes que expertos en las transiciones paradigmáticas de la emancipación social -sean del gremio o corporación académica que sean-. Y todavía vienen a reforzar más este papel de la escuela las investigaciones epistemológicas de Noam Chomski, recomendando que este aprendizaje cultural debe hacerse de este modo desde las edades más tempranas, subrayando antes de la pubertad.

Ustedes me dirán que esto es muy difícil. Y desde luego, se acaba antes y parece más rentable mediáticamente asignaturizar la vida democrática. Pero he visto maestras de educación infantil, apoyadas en la pedagogía freinet, transformar el aula en un laboratorio de ciudadanía. El mismo Freinet fue un gran educador para la ciudadanía. Quizá habría que preguntar a estas pedagogías.

Jaume Martínez Bonafé pertenece al departamento de Didàctica i Organització Escolar de la Facultat de Filosofía i CC. Educació Universitat de València

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