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Crónica:DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los padres espirituales

Libertades

Parece que en España hay alrededor de doscientas mil personas, niños incluidos, dispuestas a manifestarse en Madrid contra las personas de condición homosexual. Bien mirado, no son muchas, si se considera que hasta hace cuatro días centenares de homosexuales sufrieron prisión y vejaciones por el hecho de serlo. Y aunque los organizadores del asunto, que acaso quieren monopolizar para ellos el concepto de familia, trataron de disfrazar sus intenciones afirmando que se trataba de una manifestación por la libertad, lo cierto es que el tenor de muchas pancartas y las manifestaciones a pie de calle de algunos participantes se orientaban más bien a todo lo contrario. Una señora bien dijo ante las cámaras de "ellos" que "se acuesten o se ajunten o hagan lo que quieran, pero que ya tienen bastantes derechos". Lo que quiere decir que bastante es que toleran sus guarradas sin enchironarlos como para que, encima, el Parlamento legisle sobre ellos.

Y un recuerdo

En toda mi vida he visto una expresión de terror más desvalida. Era, cuando niño, en la cola de un cine de barrio De pronto, un tipo con jeta de matón rústico se volvió airado hacia un tipo pequeñito que estaba justo detrás de él y le espetó un rotundo "¡Maricón!" en plena cara. El pobre hombre, demudado, trató de zafarse como pudo del corro que se formó en seguida a su alrededor, pidió socorro con los ojos a las mujeres y consiguió arrastrarse hasta el borde de la acera después de recibir algunos golpes. Se percató de que nadie le seguía, entre otras cosas porque el matón estaba muy interesado en informar al corro de que él no tenía nada de mariquita y que qué se habría creído aquel tipo, y se largó sin correr pero a buen paso y, diría yo, con cierto porte de dignidad. Pregunté a mis hermanas mayores qué quería decir "maricón", y recibí una bofetada por respuesta: "Esa palabra no se dice". Y punto.

Y seguido

De fastuosa puede calificarse la actuación del colectivo teatral valenciano al presentar su manifiesto reivindicativo -por lo demás, razonable- en la Mostra de Alcoi. Si perseguían una victoria estratégica, echaron mano de la peor de las tácticas, ya que el acontecimiento no podía sino poner entre la espada y la pared a J.V. Martínez Luciano, director de Teatres de la Generalitat hasta hace pocos días. El colectivo no podía ignorar que Juanvi Luciano, conociendo su trayectoria, se ofrecería como mediador entre la Conselleria y la Plataforma de las Artes Escénicas, lo que bien podía costarle la cabeza, como así ha sucedido, entre otras razones. Si no fuera descabellado, podría pensarse que no otro era el objetivo, porque ¿a santo de qué un alto cargo de la Conselleria se ofrece como mediador en un conflicto entre un colectivo y la institución de la que depende? Y ahora -por pedir que no quede- exigen la dimisión de Font de Mora.

Ciencia, sexo

En las alegres postrimerías de los 70, no faltaba quien decía que todos somos cuando menos bisexuales, y que sólo la represión forzaba a los heterosexuales a conformarse con tan poca cosa. Una posición banal, desde luego, y en casi todo simétrica a la de ese tal Aquilino Polaino que el otro día, en el Senado, aseguró sin sonrojarse que la homosexualidad es una patología, si bien sugirió que, por fortuna para él, tiene cura. Nunca he comprendido el orgullo de ser gay, ni menos el tipo de estética que eligen el día de su celebración. Como tampoco estoy de acuerdo que se trate de una opción, sino más bien de una orientación que unas personas asumen y otras, no. Pero de eso a aplicar a una orientación terapias de choque, principalmente de rechazo, para corregir lo que el interesado no desea que le corrijan, media, como es lógico, el abismo del autoritarismo.

Sin agua, sin luz

Una idea nada desdeñable para salvar la industria textil sería que el green de los miles de campos de golf proyectados se tejiera en las grandes industrias alicantinas del sector, lo que además de perpetuar las alegrías de la ficción proporcionaría trabajo a muchos parados durante un periodo de tiempo nada desdeñable supondría también un ahorro de agua que cabe cifrar en centenares de miles de hectómetros. A lo que se añadirían los numerosos puestos de trabajo necesarios para tareas de mantenimiento (incluyendo los del sector del calzado encargados de perforar los hoyos), ya que alisar cada atardecer los miles de metros cuadrados de esa inmensa alfombra verde no es tarea menor. Se ganaría así terreno a la sequía, a la vez que algún organismo internacional nos concedería más de un premio de postín por el mérito sin precedentes de tan singular innovación.

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