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La ultraderecha irrumpe por primera vez en el Parlamento

Guillermo Altares

La cercanía, en el centro de Sofía, de la mezquita Banya Bashi, y de la sinagoga sefardí más grande de Europa es un símbolo de la convivencia religiosa que ha marcado la historia reciente de Bulgaria y que ha hecho de este país una afortunada excepción en los Balcanes, motivo por el que la irrupción en el Parlamento del partido nacionalista y xenófobo Ataka (Ataque) ha creado una conmoción tan profunda en la sociedad.

Liderada por el oscuro periodista Volen Siderov, que presentaba un programa político en una cadena regional, Ataka vende bajo el lema "Bulgaria para los búlgaros" un primitivo discurso xenófobo contra gitanos y turcos, pero ha concentrado el voto de protesta más radical, una parte del descontento social y el temor ante las incertidumbres económicas que plantea la entrada en la UE. "Vosotros sois los soldados y yo soy vuestra arma", exclamó Siderov en un mitin de estética paramilitar. El dirigente llamó a combatir la "ocupación" de Bulgaria "por la mafia", el término que utiliza para referirse a gitanos y turcos.

Anoche, las tertulias televisivas analizaban una y otra vez el "fenómeno Ataka", sobre el que eran preguntados los dirigentes políticos. Los comentaristas mostraban su desconcierto ante la irrupción de un partido ultra, fundado hace menos de un año y con una ideología hasta ahora ajena a la vida política búlgara. Zhivko Georgiev, del instituto Gallup, señaló: "Siderov ha logrado concentrar los votos del electorado xenófobo, de los euroescépticos, de los adversarios de la OTAN y de los radicales de extrema izquierda". "Hay partidos como Ataka en todos los países europeos y es normal que existan en Bulgaria. Son una representación del odio y la agresividad que ha acumulado una parte de la población", afirmó el analista Iván Krastev.

Tanto el líder socialista Sergei Stanichev como el primer ministro en funciones, el ex rey Simeón, mostraron su desolación ante la irrupción del partido xenófobo.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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