Multimillonario de bazar
Durante el tiempo que duró la conversación y la comida (casi cinco horas) con este peculiar inversor de nacionalidad india, Ram Bhavnani invirtió 120.000 euros en Bankinter en Bolsa y obtuvo una plusvalía de casi 3.000 euros. "Hoy ha habido suerte, pero otros días pierdo", comenta con una tranquilidad infinita, una media sonrisa y una paz que parece dominar todos sus actos. Llegó a Tenerife en 1964 para regentar un bazar de toallas, pantalones y sábanas, llamado Casi Kishoo. Hoy es consejero de Bankinter, donde controla más del 10% del capital. Su primera inversión, 20 millones de pesetas (120.000 euros) en 1983 en acciones del Banco Popular, la ha multiplicado por 5.400 veces en 22 años. Ahora tiene una fortuna valorada en unos 325 millones de euros, que incluye 10 hoteles en Tenerife y Lanzarote.
Nació en una ciudad de la India que hoy es Pakistán. Huyó de las matanzas entre musulmanes e hindúes y empezó a trabajar en un bazar de Hong Kong con 17 años
Colocó 120.000 euros en acciones del Popular en 1983. 22 años después ha logrado en Bolsa una fortuna de 325 millones de euros, siempre invirtiendo en bancos
Ram Bhavnani tiene 61 años, aunque según su pasaporte son 60. Nació en Hyderabad, en la región de Sindh, que pertenecía a la India, pero que posteriormente, en 1947, quedó dentro de las fronteras de Pakistán tras la descolonización del Imperio Británico. "En realidad soy shindi más que indio", aclara Bhavnani. "Somos un pueblo sin patria. Nuestra lengua es distinta a la de India y escribimos de derecha a izquierda, igual que los árabes y los kurdos".
Matanzas
Con cuatro años, en 1947, huyó a la India porque en su ciudad "había terribles matanzas de los musulmanes contra nosotros. Cortaban la cabeza a las personas. En otros sitios era al revés. Fue una época muy dura".
Bhavnani es el menor de tres hermanos. Cuando ocurrió la revuelta, su padre estaba trabajando en Tenerife, por lo que su madre acarreó con sus tres hijos, unas pocas pertenencias en una maleta y abandonó su hogar. Tras subirse en un polvoriento y largo tren, la familia Bhavnani acabó en Nasik, un campo de refugiados. "Algunos no quisieron irse porque pensaron que los desórdenes acabarían pronto. Otros se salvaron porque algunos musulmanes les ocultaron en sus casas. Muchos murieron", recuerda con tristeza.
Dos años después, la familia se estableció en Poona, a casi 200 kilómetros de Bombay, donde ingresó en el colegio Saint Vicents High School, de los jesuitas. Estuvo 11 años y reconoce haber disfrutado de las matemáticas, su asignatura preferida. A los 17 años, su vida sufrió un giro radical. Regresó su padre de Tenerife y, por fin, lo conoció. Pero estaba enfermo y murió a los cinco meses. La familia se quedó sin sustento y su madre decidió que su hermano se fuera a Indonesia, y él, a Hong Kong. El objetivo era reunir ahorros para la dote de su hermana para que se pudiera casar.
¿Por qué a Hong Kong? "Un vecino había abierto un negocio textil y me ofreció trabajo. Estuve desde 1961 hasta 1965 y aprendí chino. En aquel momento surgió la oportunidad de hacerme cargo de Casa Kishoo. Habían pasado cuatro gerentes y todos habían fracasado; unos por el idioma, otros porque no se acostumbraban al estilo de vida".
Este nuevo rumbo le llevó, con 21 años, al mismo sitio donde vivió su padre durante 18 años. Bhavnani recuerda aquel Tenerife del franquismo como una ciudad triste, con poco movimiento comercial y escasos turistas. "Sólo me dedicaba a trabajar. Las ventas subieron y planteé el cierre de la tienda de Hong Kong porque generaba pérdidas. El dueño aceptó. Además, tras hablar con mi madre, me propuso que me casara con su hija, a la que había conocido en Hong Kong".
Bhavnani siguió la tradición india y aceptó. La familia de su suegro-jefe se trasladó a la isla y cambió el sistema comercial: comprar las camisas, pantalones, colchas, sábanas, toallas, al que mejor precio ofreciera, no necesariamente a los proveedores de Hong Kong. En 1983 se produjo el acontecimiento que cambió el destino de Bhavnani y toda la familia. Vendieron una gran partida de ropa a un comerciante de Ceuta y el director de la oficina principal del Banco Popular de Santa Cruz de Tenerife adelantó las letras por valor de 20 millones de pesetas (120.000 euros). Bhavnani creía que la economía crecería por la influencia del mercado europeo y apostó por la Bolsa. "Metí todo el dinero en acciones del Popular porque veía que era un buen banco por su forma de trabajar conmigo. En unos años, el valor de los títulos se multiplicó por quince. Tenía 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros)".
Sencillez y austeridad
Éste fue el inicio de su patrimonio. Hoy, el holding aglutina todas las propiedades de la familia, excepto Casa Kishoo, y gestiona 650 millones de euros (107.900 millones de pesetas), si bien la mitad es endeudamiento. Sin embargo, la vida de este millonario está regida por la sencillez y la austeridad. En sus oficinas apenas hay cuadros colgados. Sólo tiene un sencillo mobiliario, las pantallas de Bolsa y un televisor siempre conectado al canal financiero de Bloomberg.
Los que han trabajado con Bhavnani o han tenido trato con él por sus inversiones corroboran este estilo de vida. "Es austero en todo lo que hace y controla los gastos al céntimo", comentan estas fuentes. Este indio, que confiesa ser un hombre muy religioso, afirma que "lo importante es vivir bien, con tranquilidad, alegría y estar contento con uno mismo. No veo la necesidad de tener grandes casas, chófer o coches de alta cilindrada. Ahora, también tengo mis lujos, porque viajo a Poona, mi hogar, todos los años".
Esta filosofía también cree que debe aplicarse a las empresas y a los directivos. "No me gusta la gente que derrocha y tampoco me gustan los ejecutivos que no son sinceros". Entre éstos incluye a los Albertos, ex presidentes del Banco Zaragozano, que no ocultaron su menosprecio por este inversor y se resistieron a que entrara en el Consejo. Ahora sus negocios le han acercado hasta la familia Botín. Respecto a Emilio, el presidente del Santander, dice que "es una persona inteligente y cercana, con la que es fácil el trato". Cuando hay que hablar de su hermano Jaime, ex presidente de Bankinter y primer accionista, Ram cambia el gesto y sólo comenta que no ha podido estar con él.
Con la sencillez que le caracteriza, explica que no cree en la moda de los códigos de gobierno corporativo. "Las empresas deben ser honradas y no abusar de su posición". El Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) ha hecho un caso sobre Bhavnani en el que se pregunta si ha sido suerte o talento. Tras conversar con el se deduce que es una mezcla de las dos.
Seis grandes 'pelotazos' a crédito
SI RAM BHAVNANI hubiera leído algún manual de Bolsa antes de invertir, nunca hubiera sido multimillonario. El consejo de oro es no invertir con préstamos, y él siempre lo ha hecho. Su segunda norma ha sido especializarse en bancos y destinar los dividendos a pagar las deudas. Su primera operación fue invertir 20 millones de pesetas adelantadas por el Popular en ese banco, en 1983. Pagó las deudas y colocó 150 millones de pesetas en bonos convertibles de Bankinter, después de que hubiera caído un 60% en el parqué. Su valor se duplicó en seis meses. Lo siguiente fueron unas acciones preferentes del BBV al 8%. Bhavnani se creció y pidió mil millones de pesetas (seis millones de euros) en dólares al Popular. El siguiente paso fue amargo. Invirtió las plusvalías en acciones del Banco Central Hispano. Llegó la crisis de 1987 y en pocos meses perdió 100 millones de pesetas (600.000 euros). Sintió que se abría la tierra a sus pies. Se quedó enganchado con acciones en 1.400 millones (8,4 millones de euros). En aquel momento conoció a Ángel Corcóstegui, primer ejecutivo del Central Hispano, y dobló su inversión. Cuando éste se fusionó con el Santander, en 1999, multiplicó por cinco su inversión y se hizo con 10.000 millones de pesetas (60 millones de euros), de los que casi la mitad eran plusvalías. El siguiente paso fue el gran pelotazo: el Banco Zaragozano. Duplicó su inversión y consiguió 120 millones. En 2003 se centró en Bankinter. "Banif me facilitaba todo el crédito que quisiera para entrar en este banco y solicité 120 millones". Su participación vale hoy casi 350 millones, con 90 millones de plusvalías. Eso sí, en la crisis de 2001 y 2002 perdió muchos millones de euros.
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