Séptimo paseo de Rossi en 'la catedral'
El campeón italiano obtiene su sexto triunfo de la temporada con otra demostración de pilotaje frente al acoso de Melandri

El deporte eleva a la categoría de mito sólo a los mejores y, ayer, en Assen, Valentino Rossi volvió a evidenciar que, en su caso, la veneración está justificada. Rossi se caracteriza por ser un piloto que se siente cómodo en las situaciones más extremas que puede entrañar una carrera de motos. El italiano está acostumbradísimo a bordear el límite. Un límite el suyo que parece estar a un abismo del de sus rivales.
Al piloto de Urbino, que ayer sumó su sexta victoria en las siete carreras disputadas este año y que es el único en la historia de Yamaha que ha obtenido cinco triunfos consecutivos, le da igual quién lleve delante o detrás. No le importa que el que le precede o le siga se llame Sete Gibernau y hable español, o Marco Melandri y se exprese en su mismo idioma. De Biaggi, hace tiempo que se olvidó. Le es indiferente cometer algún error cuando el rojo de los semáforos se apaga, como ayer sucedió en Holanda. Cuando ocurre tal cosa, él sabe que volverá a estar delante, ya sea segundos, minutos o vueltas después.
Gibernau: "Ha sido una carrera para olvidar, el peor gran premio desde hace mucho tiempo"
En la última vuelta, Rossi consiguió la vuelta más rápida de toda la carrera y desengañó a Melandri
Su superioridad es tal que los millones de espectadores que se han volcado en este deporte debido al fenómeno Rossi, sólo esperan el momento en que la moto pilotada por Il Dottore parece engranar una inexistente séptima marcha y, sus rivales, sólo pueden hacer que contemplar, impotentes, como los blancas adhesivos y el 46 amarillo de su Yamaha disminuyen de tamaño. La machada de Rossi puede producirse a tres vueltas para el final, tal y como demostró en Montmeló hace sólo dos semanas, puede que lo haga en la última vuelta, como evidenció en Mugello hace tres carreras o puede que, como ayer, lo haga a la mitad. Los seis Mundiales que atesora le otorgan una experiencia y una tranquilidad inédita. Ayer, en la catedral y tras un mal inicio de carrera en el que llegó a rodar en sexta posición, el piloto de Urbino se mantuvo expectante, aguardó el instante en que, de una machada, estrujó al máximo el puño derecho de la M1 y se quitó de encima al estadounidense Nicky Hayden, a catorce giros del ondeo de los cuadros.
En su escalada hacia el triunfo, Rossi aprovechó la primera curva de la chicane anterior a la recta de meta y se coló, por el interior a la Honda de Gibernau que, incapaz de evitar que Rossi y Melandri se jugaran la carrera, de forma cerrada, debido a una mala elección de neumáticos.
"En la primera vuelta me he puesto líder pero no podía ir como en los entrenamientos", lamentó visiblemente dolido Gibernau tras la carrera. "No lo hemos hecho bien. No es normal que con los mismos neumáticos que tan bien me han ido en los entrenamientos hoy, en carrera, fuera tan mal. Ha sido una carrera para olvidar, el peor gran premio desde hace mucho tiempo", aseveró el piloto barcelonés, cuarto en la clasificación del Mundial a 86 puntos de Rossi. El italiano es un piloto de aquellos que, a lo largo de las diez temporadas que lleva corriendo en el Mundial, se ha caracterizado por salir airoso de maniobras imposibles a los ojos de cualquier otro piloto. A falta de diez para el final, lo volvió a demostrar ayer, al colocar la rueda delantera de su Yamaha en un hueco inexistente a la vista de los demás, y pasó a comandar la carrera por delante de la Honda de Melandri. Los dos italianos compartieron protagonismo a lo largo de tres vueltas. Entonces, y tal como dejó claro Melandri tras la carrera de Montmeló, Valentino ejerció de Rossi. La diferencia entre ambos pilotos en el último parcial de la duodécima vuelta no llegaba a las tres décimas. En el primer parcial del siguiente giro, la diferencia entre los dos transalpinos era de casi un segundo. No contento con ello y tras un calco de lo ocurrido en Montmeló con Gibernau como víctima, en la última vuelta, Rossi consiguió, de un plumazo, la vuelta más rápida de toda la carrera, y además amplió, en un segundo, la renta que le separaba de Melandri. Los mitos se caracterizan por llevar a cabo hitos que sólo ellos son capaces de hacer. Ayer, en Holanda, Rossi volvió a demostrar porqué está, a sus 26 años, entre uno de ellos. Realizó su última vuelta en dos minutos clavados, algo que, nadie en toda la parrilla, logró a lo largo de la carrera.

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