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Buenos Aires se viste de tango para homenajear a Carlos Gardel

Argentina recuerda al mítico cantautor, de cuya trágica muerte se cumplieron ayer 70 años

Que Carlos Gardel (1890-1935) cada vez canta mejor es algo que, como la humedad, nadie discute en Buenos Aires. Exposiciones que reflejan el entorno del Rey del Tango; conciertos que rescatan sus composiciones más famosas, programas radiofónicos y una maratoniana emisión de seis horas de duración en la televisión por cable con algunas de las películas filmadas por el Zorzal criollo integraron el menú de más de 20 actividades que se desarrollaron ayer para conmemorar el 70° aniversario de su muerte, ocurrida en un accidente aéreo en Medellín, Colombia.

El homenaje tuvo dimensión continental gracias al programa Gardel vive en América: música en la calle y actos recordatorios se multiplicaron en Medellín, Montevideo, Tacuarembó, Bogotá y Santiago de Chile. Batería de actividades que anticipan el III Mundial de Tango, a realizarse en Buenos Aires del 12 al 21 de agosto.

Un origen humilde, una sonrisa de blancura publicitaria, una voz envidiable que prefería las guitarras a la orquestación, estampa de dandi, una sensibilidad fuera de lo común que lo llevó a inventar el tango-canción en 1917, cuando grabó Mi noche triste; una muerte trágica y, condimentando todo ello, toneladas de misterio para encender el mito: Gardel, quién más. Leyenda que comparten desde el buscador de Internet Google, que escupe 217.000 referencias con su nombre en un escaso medio segundo, hasta los 170.500 asistentes al VII Festival de Buenos Aires Tango, que en febrero último ratificaron un ritmo urbano revitalizado en gran variedad de espectáculos, bares y milongas, animadas muchas veces por extranjeros que llegan a la ciudad sólo para aprender a bailarlo.

Aunque hoy su nombre sea sinónimo de tango, Carlos Gardel (nacido al parecer como Charles Romuald Gardes, hijo de madre soltera, llegado de Francia a Argentina en 1893) comenzó a cantar ritmos criollos en pequeñas cantinas. Estos detalles que recitan de memoria los gardelófilos dejan no obstante amplias zonas de sombra donde el secreto alimenta el mito.

Enigmas sobre el origen (que siguen disputando Argentina y Uruguay y, que, sin embargo, hoy los historiadores reconocen francés, de Toulouse), sobre la construcción del personaje, que pasó de ser "el morocho del Abasto", barrio popular de Buenos Aires si los hay, a estrella de cine de la Paramount, en los años treinta, con éxitos de proyección internacional como Luces de Buenos Aires, Tango bar o El día que me quieras, y enigmas también sobre su opción sexual, un tema aún hoy tabú.

Estos aspectos han sido analizados recientemente en un artículo (Los tres misterios de Gardel) por el escritor Leopoldo Brizuela, para quien más allá de los romances pasajeros con mujeres que se le conocieron, "es obvio que Gardel actuaba su masculinidad tal como Greta Garbo, según Luis Saslavsky, actuaba la feminidad desde su lesbianismo".

Fanático de las carreras de caballos y, especialmente del yóquey Irineo Leguisamo, Legui, otra gloria argentina, la popularidad de Gardel se extendió con su primer concierto radiofónico desde Buenos Aires en 1924. Un año antes había debutado en España en el Teatro Apolo. A París le tocaría el turno en 1928. La carrera impuso un elaborado trabajo de imagen personal. En la retina persevera el Gardel de las últimas fotografías, el apolíneo cantante de 76 kilos, pero no siempre fue así: ¡llegó a pesar 116 kilos!, una cifra difícil de manejar para un sex symbol comparado alguna vez con Rodolfo Valentino. Más o menos hasta 1921 los retratos muestran a Gardel más amigo de los postres que del gimnasio, con sombrero "rancho de paja" o con peinado de raya al medio, al estilo del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez.

La fatalidad lo encontró de gira en Colombia, donde murió el 24 de junio de 1935 en un accidente en el Aeropuerto de Medellín. En 2003 la Unesco declaró la voz de Carlos Gardel Patrimonio Cultural de la Humanidad. En el aire vibra aún, el piropo más contundente que alguna vez le dirigió otro mito, el poeta Evaristo Carriego: "Lo felicito por ser superior al silencio".

Un hombre sale de un garaje bonaerense decorado con un retrato de Gardel.
Un hombre sale de un garaje bonaerense decorado con un retrato de Gardel.EFE

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