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Acabar con el crimen

Agradezco todos los apoyos, la solidaridad y el cariño recibido ante el último de los innumerables actos intimidatorios que mi familia y yo hemos sufrido. Las víctimas de la violencia terrorista y sus allegados quedamos estigmatizados de por vida, nos sentimos incomprendidos y nuestra soledad, dolor y sufrimiento sólo pueden ser mitigados por el reconocimiento público, la comprensión colectiva, la aclaración del crimen, la aplicación de la justicia y la compensación o resarcimiento en su caso.

En el comienzo fue el crimen. También el origen de toda organización política está en el crimen. ¿Qué sociedad no sueña con acabar con el crimen? El viejo lema de mi Ayuntamiento, Getxo, reza en vascuence: "Bizarra Lepoan Kaltea Daguianac" ("La barba en el hombro los que crímenes hacen"). Viene a decir a los criminales que la ley no descansa y han de estar permanentemente huyendo y vigilando su espalda. Acabar con el crimen es también el objetivo prioritario en nuestra sociedad actual, una tarea ardua y compleja, que requiere de un amplio acuerdo de todos los implicados.

Quiero que el acto intimidatorio que he sufrido sea el último acto. Las circunstancias son favorables
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Debemos asumir que, como a toda sociedad, nos tocará convivir con un cierto grado de criminalidad, aunque la dosis que este pueblo ha sufrido estos últimos años sobrepasa lo soportable. Las tragedias, sobresaltos y conmociones vividos a causa de la violencia criminal, han alterado de tal forma la convivencia en nuestro país que es difícil para cualquier observador local ser frío en el análisis y la reflexión. Metidos en asuntos pasionales, como son los sentimientos patrióticos, y a pesar de que la propiedad de la tierra es privada, hay aquí fanáticos creyentes dispuestos a matar por ella. También estamos los otros, los dispuestos a morir, involuntariamente, por ella, si es para defender los principios democráticos. Desgraciadamente, y como consecuencia de los crímenes habidos en nuestra tierra, el miedo impera, atenazando la razón y dando lugar a las pasiones que producen reacciones extremas, deseos de venganza, odios, rencores y enfados, que acaban generando mas indignidad, dolor y sufrimientos; y que, desgraciadamente, afectarán a más de una generación.

El polimorfismo de la sociedad vasca actual es indiscutible. Las fuerzas sociales se encuentran en una permanente lucha ideológica, dando lugar a un enfrentamiento extremo, lo que genera una interminable situación conflictiva. Mientras una gran parte de la sociedad vasca (cada vez mayor) asiste al espectáculo repetido del necio crimen con hartazgo, rabia, miedo y asco, otra parte procura reducir el asunto al ámbito de lo ajeno para que no le afecte demasiado, evitándose innecesarios remordimientos de conciencia e inquietudes. Finalmente hay una pequeña parte de esta sociedad que, basándose en el clásico esquema maniqueo de buenos y malos vascos, ve ese conflicto como algo normal, incluso necesario. Los individuos que la forman dan muestra de una insensatez y de una falta de escrúpulos y una amoralidad que nos indica cómo es su escala de valores, con una total ausencia de sentimientos como la piedad, caridad o pena por los otros, los enemigos.

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No veo dónde está el mérito propio de nacer aquí o allí, pues nadie puede elegir dónde nace. La verdadera patria es la que uno abraza, y ésa no siempre es geográfica o territorial, como en mi caso. No creo en el determinismo historicista. A mí me parieron en un caserío de Getxo y no por por el mero hecho de ser vasco defiendo hidalguías, fueros, prebendas o privilegios, sino los valores que emanan de la Revolución Francesa y los de la sostenibilidad ambiental, objetivo harto difícil de lograr, dado lo arruinado que ya está el planeta y el poco empeño que ponen los que más debieran por conservar lo poco que aún nos queda de biodiversidad. Creo firmemente que ni la lengua, ni las costumbres, ni las creencias, ni las ideologías se pueden imponer por la fuerza, pero tampoco por leyes o disposiciones políticas, por muy democráticas que sean.

El tufo xenófobo que desprenden algunas declaraciones de individuos como Egibar o Azkarraga, aparte de insultantes y provocadoras, son muy peligrosas, pues incitan al odio contra los no nacionalistas, dando así mezquinas razones a los neonazis vascos que, en nombre de la patria, cometen crímenes. Según su estereotipo, para ser un buen vasco aquí y ahora hay que ser secesionista, racista y antiespañol; y yo, como tantos otros, por no serlo, soy un vasco de segunda categoría y un mal vasco. Si mi forma de ser vasco no se lleva ahora, pues lo siento por ellos y por ahora. Sé que, afortunadamente, no todos los nacionalistas son como ellos. Sé que la mayoría son conscientes de la gravedad y dimensiones a que ha llegado la irracionalidad, la violencia y el crimen político aquí; tienen corazón, sienten nauseas, se solidarizan y se compadecen de nosotros.

La política utilizada como arma de provocación, amenaza o insulto siempre me ha parecido algo fatal e inaceptable por ir en contra de su propia esencia. Entiendo la política como una herramienta para evitar conflictos y capaz de dar soluciones a las personas, comenzando por las más cercanas. La diplomacia es arma esencial, a mi modo de ver. Los buenos modales y la cordialidad no están reñidos con la firmeza. Dialogo significa escuchar, y escuchar es siempre el primer paso para un potencial acuerdo.

Vivir con dignidad, compartir mi efímera vida con los míos, luchar por mis ideales procurando confluir con los demás, viviendo y dejando vivir, evitando especialmente los vanos sufrimientos que provienen de la ignorancia y las pasiones desatadas, es mi deseo. Visto lo ocurrido en nuestro pasado reciente y lo que acontece actualmente en Vasconia, se hace patente la necesidad urgente de un amplio acuerdo de fondo entre todas las fuerzas sociales en la lucha contra el crimen, a fin de acabar con él y lograr la tan ansiada convivencia pacifica, basada en firmes principios democráticos.

Es injusto, me llena de tristeza y me da rabia y asco que, mientras escribo estas notas, un representante de un colectivo de víctimas nos esté insultando y agrediendo a los socialistas vascos, que tanto tiempo llevamos padeciendo actos de fuerza y extorsión, que tanto hemos sufrido, con una desfachatez partidaria y una falta de sensibilidad y de solidaridad con las víctimas que ya no causa asombro, por reiterativa. No obstante, y a pesar de bastardos intereses de todo tipo, una pequeña luz de esperanza aparece en el horizonte vasco. Puede parecer contradictorio, pues sucede al mismo tiempo que soy objeto del, hasta ahora, último acto intimidatorio en el País Vasco.

Pero no lo es. No me sorprenden, conozco sus hábitos. Pienso en todos los perseguidos y en todas las victimas de este delirio y de otros. Quiero que sea el último acto. Las circunstancias son favorables. Tengo fe en nuestro actual Gobierno que, dejando de lado los recursos retóricos y de forma, ha ido al fondo de la cuestión. Añoro la normalidad de una vida corriente, sin desconfianzas ni sobresaltos. Deseo volver a gozar de los tiempos en que los vascos, sin dar explicaciones, éramos bien recibidos en todas partes, debido a la imagen o representación colectiva favorable que de nosotros dejaron los vascos que nos precedieron.

Joseba Markaida es portavoz del PSE-EE en el Ayuntamiento de Berango (Vizcaya).

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