Tierra quemada
Los profesionales forestales de Galicia estamos acostumbrados a que se minimicen los daños producidos por los incendios, a que se intoxique a la opinión pública, a que no se diga la verdad sobre la superficie afectada y los efectos perniciosos que estos siniestros causan a nuestra foresta.
La Xunta de Galicia siempre estuvo más preocupada por el impacto mediático que por la proliferación de los incendios en nuestros ecosistemas, proliferación que está poniendo en entredicho la viabilidad socioeconómica de muchas zonas rurales.
La ocultación y manipulación de la información produce dos efectos: la ignorancia y pasividad de la opinión pública delante del problema, y contrariamente al fin perseguido por el censor, mayor alarmismo y desconfianza cuando la cruda y triste realidad sale a relucir.
En la última década en nuestra comunidad autónoma el número de incendios se multiplicó exponencialmente produciéndose una media de 10.000 siniestros por año. Contando Galicia con el 7,7% de la superficie forestal del Estado, los montes gallegos soportan el 45% de todos los incendios y el 40% de la superficie quemada estatal. No son datos inventados que siempre surgen con el apuro bomberil del verano, son datos oficiales del Ministerio de Medio Ambiente y de la propia Xunta de Galicia.
Sabe bien el señor director general de Montes de la Xunta que detrás de los incendios no se esconde ninguna mafia organizada, las causas que están en el origen de los fuegos y sobre las que hay que actuar son bien conocidas: falta de gestión adecuada de los montes, ordenación del territorio, especulación, uso del fuego como herramienta agrícola y forestal, desertificación del medio rural...
En Galicia el diseño de los planes Infoga y el Plan Forestal nunca fue consensuado con los representantes del sector. Las teorías exculpatorias que siempre utilizó la Xunta de Galicia hoy ya no sirven, la falta de iniciativas y una política forestal centrada en la extinción ha fracasado estrepitosamente después de haber invertido en extinción más de 70 millones de euros.
Ojalá que el hedor funesto del bosque calcinado pase a ser un triste recuerdo. Ojalá que los datos y los daños sólo fueran un triste sueño producto del insomnio de una noche de verano.
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