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Columna
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Familias

Al escribir esto desconozco cómo ha transcurrido la manifestación de la ultraderecha en Madrid. No importa, porque seguro que la marcha tampoco va a despejar mis dudas sobre qué pinche familia defienden, dado que la cruda realidad nos muestra tan diferentes modalidades de vínculo reglado heterosexual. Quizá amparan la familia estilo Fabra, tan cinematográfica: generaciones de nalgas que no dejan enfriar poltronas institucionales, hermanos ahora ayudándose en el sagrado deber de recaudar y ocultar al fisco. O puede que el modelo Vilar, cuya telenovelesca ruptura puso en marcha el ventilador de los trapicheos. O igual consideran ejemplar el tipo Zaplana-Barceló, con sus desencuentros en lo personal y sus acuerdos en lo especulacional... Descendiendo a la calle, puede que los paladines se refieran a esos hogares donde las mujeres trajinan una media de 3 horas más que los hombres tras la jornada laboral exterior. O a aquellos en que menos del 2% de los esposos piden permisos de maternidad... ¿Qué parentela conviene a las trabajadoras que en un 55% ven difícil conciliar el trabajo y la responsabilidad en casa, cuando el 42% de las empresas considera que la familia limita el rendimiento femenino?

Describiré un acto contra la violencia de género en cierto pueblo agrícola brasileño: los testimonios de esposas e hijas, estremecedores, siempre eran seguidos por frenéticos alegatos del pastor protestante y del sacerdote católico, "en defensa de la familia". Al final ganó la razón y los líderes religiosos acabaron aceptando que aquello que se nos describía no eran familias sino sólo infiernos. Una investigación de la Universitat de València concluye que las monjas, contra la creencia común, no son unas mujeres amargadas, sino que son las valencianas que gozan de mayor bienestar, madurez y calidad de vida.

Ya es curioso que, en la Iglesia oficial y acólitos, quien más defiende la familia tradicional sea quien no disfruta formándola (a veces por no salir del armario). Todo por no reconocer a las/los homosexuales idéntico derecho a arriesgarse y oficializar una voluntad de convivencia que, con suerte, también puede resultar sin víctimas, imperecedera y feliz.

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