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Crítica:CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amores turbios

Cuántas veces hemos visto desfilar, en películas de ficción y en noticiarios de la época, a las orgullosas tropas alemanas por las calles del desierto París de 1940 y, sin embargo, muy pocas hemos visto el contraplano histórico de ese desfile: los centenares de miles de ciudadanos huyendo de la ciudad y alejándose de la pesadilla de la ocupación; ciudadanos hacinados por carreteras comarcales, víctimas del hambre y de los ametrallamientos alemanes: ciudadanos inermes.

De esto habla Fugitivos: de gentes en huida, de una viuda todavía joven (Béart) con sus dos hijos vagando por los campos desiertos de una Francia en desbandada.

¿Pero es éste el tema de la película? En realidad, no: como en todo el cine del coherente, apasionante André Techiné, de lo que aquí se habla es de relaciones en el límite; de la pasión tortuosa que explota en un momento peculiar; de amores turbios, de sentimientos que no se pueden expresar, de mentiras cuidadosamente urdidas. De ahí que el contexto histórico, con ser importante (es el que faculta que la viuda, sus hijos y un adolescente, Yvan, que les servirá de guía y ayuda se encuentren), no sea lo prioritario. Y de ahí, en fin, el aire de común pertenencia al resto de la filmografía del maestro francés.

FUGITIVO

Dirección: André Téchiné. Intérpretes: Emmanuelle Béart, Gaspard Ulliel, Grégoire Leprince-Ringuet, Clémence Meyer, Samuel Labarthe. Género: drama. Francia, 2003. Duración: 95 minutos.

Prisioneros

Evoca Fugitivos uno de esos momentos en los que la Ley, así con mayúsculas, parece disolverse como un azucarillo en el café caliente. Prisioneros de una situación que los sobrepasa, pero en la que Yvan parece moverse a sus anchas, los miembros de la maltrecha familia verán cómo se van tejiendo entre ellos y el desconocido unas relaciones de dependencia que basculan entre la opresión y el enigma, todo eso en un momento en el que cada uno sólo parece depender de sus fuerzas; un momento en el que el prójimo no existe, y que cuando aparece es mejor temerlo; un momento en el que las viejas certezas burguesas, los buenos modales, la noción de propiedad, incluso los perjuicios y los roles sociales se van directamente a la basura.

Con estos ingredientes, Techiné construye un artefacto obsesivo, como todos los suyos, en el que la pasión se va abriendo camino por senderos casi inescrutables y con modos despojados de toda grandilocuencia.

Tiene Fugitivos mucha fuerza y considerable dosis de riesgo la operación, por mucho que sus consecuencias se vean venir de lejos; de ahí que la sensación que queda de su abrupto tremendo final sea menos honda de lo que tal vez convendría a la peripecia narrada, un aspecto menor para una película que asume casi con deportividad sus grandes, interesantes riesgos.

Porque frente al despojamiento de que hace gala Techiné, ante la maestría con que compone en cada momento el encuadre, ante el impresionante trabajo de sus actores (con una pletórica, turbulenta Emmanuelle Béart como amante desatada y con un turbio, desconcertante Gaspard Ulliel que da una réplica impecable), toda objeción a plantear se queda en mero matiz. Estamos ante uno de los mejores techinés de los últimos años, a la altura de Los juncos salvajes, de Los ladrones. Para que luego se diga que el cine de autor está en decadencia.

Emmanuelle Béart y Gaspard Ulliel, en <i>Strayed.<i>
Emmanuelle Béart y Gaspard Ulliel, en Strayed.

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