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CIENCIA FICCIÓN
Columna
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Capas, gravedad y lava en 'La venganza de los sith'

"ASÍ ES COMO MUERE la libertad. Con un estruendoso aplauso", se lamenta la reina Amidala para soltarle más adelante a Anakin Skywalker, inmerso en el proceso de conversión al lado oscuro: "Vas por un camino que no puedo seguir". Son frases de la La guerra de las galaxias. Episodio III: La venganza de los sith (2005), de Georges Lucas, última entrega (sexta, cronológicamente y tercera de la historia) de ese gran fresco (no le busquen doble sentido) de aventuras galácticas cinematográficas.

Dejemos a un lado las no por tópicas menos inverosímiles escenas de batallas espaciales, donde el sonido sigue propagándose imperturbable a las exigencias de su condición de onda mecánica, con el añadido, ahora, de mortíferos dispositivos como los droides zumbadores que, en honor a su nombre, zumban en el espacio vacío. Nos detenemos en las secuencias iniciales, donde la nave que transporta a Obi Wan y Anakin, tras una escaramuza, empieza a "perder gravedad". Se inclina hacia el planeta que tiene debajo y los tripulantes tienen que aferrarse a cualquier cosa para no resbalar por el piso de la misma. Espectacular, pero totalmente imposible.

En una nave que sigue una trayectoria orbital no hay arriba ni abajo, puesto que es la dirección de la fuerza de la gravedad la que permite determinar una orientación. Cabe suponer, pues, que en la nave de la película existe algún tipo de gravedad artificial cuyo origen es del todo incierto: la única forma que conocemos de generar gravedad artificial en el interior de una nave consiste en imprimirle una rotación.

La mayoría, por no decir todos, de los transportes y cruceros espaciales de la serie adolecen de este pequeño detalle, aunque sus dotaciones, inasequibles, se muevan como Pedro por su casa. En la situación de pérdida de gravedad generada de la nave, ésta se ve atraída por la fuerza de la gravedad del planeta: toda la nave y sus componentes experimentan la misma aceleración y se hallan en caída libre hacia el planeta. Así que los tripulantes y todo objeto no sujeto deberían... ¡flotar! Nada de resbalar por el piso como le ocurría a Charlot en la antológica escena de La quimera del oro (1925), al inclinarse su caseta de madera.

Otra inconsistencia física puede verse en la huida del implacable y repulsivo general Grievous, líder del ejército separatista, cuando salta fuera de la nave y su capa se extiende como si estuviese en el aire. ¿Qué aire? Podría pensarse que la acción tiene lugar en las capas altas de la atmósfera del planeta (en una atmósfera tenue el efecto tampoco se conseguiría). "Entramos en la atmósfera", afirma Obi Wan más tarde. Así que esa escena se desarrolla en el espacio vacío.

Banderas al viento

Alguien puede estar tentado de aducir que la bandera norteamericana que los astronautas de la misión Apolo 11 plantaron en la Luna se agitaba y ondeaba como si allí hubiera aire (aspecto que algunos aducen como prueba de que el hombre no ha estado nunca en la Luna). Basta recordar que el tejido estaba extendido porque se sostenía gracias a una barra horizontal fijada al mástil y que el efecto se consiguió al girar éste para que penetrase mejor en el suelo lunar (www.jsc.nasa.gov/history/flag/flag.htm).

Otro aspecto digno de comentario tiene que ver con una escena de lucha: el decisivo duelo entre Darth Vader y Obi Wan. Éste se produce en un inhóspito paraje: entre ríos de lava. El escenario es cinematográficamente intachable, aunque no pueda decirse lo mismo de los efectos sobre los contendientes. La temperatura típica de ese material líquido incandescente emitido por un volcán es del orden de 1.200 ºC. Lo bastante alta como para producir en los incautos que se aventuran en sus inmediaciones algo más que sudor.

La transferencia de energía calorífica por convección (por el aire) y por radiación sería suficiente para vaporizar a un individuo (véase la página www.badastronomy.com). Claro que al caballero Jedi y a su reverso siempre les quedará la Fuerza para protegerse de un medio tan hostil.

Apunte final para cinéfilos empedernidos: los actores que dan vida a los robots C-3PO (Anthony Daniels) y R2-D2 (Kenny Baker) son los únicos que aparecen en los seis episodios de la saga de Lucas. Y es que, ya se sabe, para los robots no pasa el tiempo.

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