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Familiares, amigos y lectores velan los restos del escritor Jesús Moncada

Sus cenizas se esparcirán en las ruinas de su casa natal, en Mequinensa

El novelista aragonés Jesús Moncada (Mequinensa, 1941), fallecido el pasado lunes por la tarde a los 63 años víctima de un cáncer, vivió siempre ajeno a los actos sociales y a las intrigas del mundillo literario. Su velatorio, que ayer por la tarde permaneció abierto al público en el Tanatorio de Les Corts, fue una muestra más de esa discreción. Familiares, amigos y lectores acudieron a la capilla ardiente para rendirle homenaje.

No se produjeron colas ni masificaciones: reinaba la mesura que caracterizó la vida de Jesús Moncada, un clásico de las letras catalanas. No fue el último adiós porque hoy se celebra allí a las 12.45 horas una ceremonia de despedida. "Será laica, hecha por amigos que han elegido unas cuantas lecturas. No hay un protocolo establecido", explicó Rosa Maria, la hermana del autor de Camí de sirga. Una de las notas más emotivas del acto la pondrá su sobrino Xavier. "Si lo permite el espacio, bailará sardanas con su colla sardanista. Hace poco que las está aprendiendo. Jesús no tuvo ocasión de verlo bailar", lamentó.

Después de la ceremonia, los restos del escritor serán incinerados en Montjuïc. Las cenizas se esparcirán en las ruinas de la casa familiar de Mequinensa, tierra natal de Moncada y escenario mítico de su literatura. Aunque actualmente el pueblo esté cubierto en su mayoría por la cola del pantano de Riba-roja, algunos edificios lograron esquivar las aguas. "Su voluntad era volver al pueblo, a las ruinas de nuestra antigua casa que sobrevivieron al pantano", apuntó Rosa Maria, quien recordó los últimos momentos del fallecido. "Él quería vivir. Yo le conocía muy bien. No era tonto. Conocía el peligro de su enfermedad, pero no creo que tuviera plena conciencia de que no saldría de ésta".

Personalidad escéptica

Sobre el carácter de Jesús Moncada, señaló: "Era un escéptico. Nos hizo reír hasta el día de su muerte con su humor surrealista. Lo último que hizo mientras expiraba fue explicarle un chiste a una enfermera".

Moncada, conocido por la meticulosidad de su dedicación literaria, estaba trabajando en una novela que finalmente no pudo terminar. "Tenía la estructura del libro, pero le faltaba reescribirlo una y otra vez. El título no lo sabe ni su sobrino Xavier, que era el primero al que se lo decía. Pasaba por momentos de gran euforia y otros en los que quería tirar todo lo que había escrito. Afortunadamente, nunca lo hizo". A la capilla ardiente se acercaron, entre otros amigos de Moncada, los escritores Sebastià Serrano y Xavier Moret.

Está previsto que a la ceremonia de hoy acudan representantes de las culturas catalana y aragonesa. Aunque breve, el legado que deja Moncada es extraordinario: tres novelas (Camí de sirga, La galeria de les estàtues y Estremida memòria), tres libros de relatos (Històries de la mà esquerra, El cafè de la granota y Calaveres atònites) y un volumen de artículos (Cabòries estivals i altres proses volanderes). No faltarán sus fieles lectores, que ayer llenaron los libros de condolencias de mensajes de aprecio y agradecimiento.

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