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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Derrota laica

El referéndum en Italia para abolir la ley más restrictiva de Europa en materia de reproducción asistida concluyó ayer con un sonoro fracaso para la Italia laica y una victoria rotunda de la Iglesia católica y los partidos de centro-derecha, que promovían la abstención para impedir la reforma. Con apenas un 26% de participación, uno de los índices más bajos registrados nunca en Italia, la consulta no alcanzó el quórum necesario de la mitad del censo para ser válida. La célebre Ley 40/2004 -un texto aprobado por el Parlamento italiano sin debate ciudadano- queda así intacta, con toda su batería de restricciones para la investigación con células madre embrionarias, la congelación de embriones, la fecundación asistida y el diagnóstico previo de embriones para la implantación en las mujeres de parejas estériles, las únicas que pueden optar a la misma según la norma vigente. También se mantiene el veto al uso de espermatozoides u óvulos de donantes ajenos a la pareja.

De las cuatro preguntas de que constaba la consulta popular, la que mayor carga política tiene y que hace más patente la victoria del Vaticano es la tercera, que promovía la derogación del artículo primero de la ley, que textualmente "asegura los derechos de todas las partes implicadas, incluido el concebido". Es evidente el calado de este punto, que equipara en derechos al embrión con la persona nacida. Los partidarios del -partidos de izquierda, organizaciones sociales y feministas- temen ahora que la Iglesia, crecida, lance una ofensiva general contra la Ley del Aborto, incompatible con lo que afirma el texto de la ley actualmente vigente.

Los llamamientos de científicos, intelectuales y políticos laicos en favor de la libertad de elección e investigación no han servido de nada frente a la masiva movilización de la Iglesia católica para hacer prevalecer su postura sobre las leyes civiles italianas. Los obispos, el propio papa Benedicto XVI y millares de púlpitos han hecho una rotunda demostración de fuerza, han logrado romper la unidad interna de los partidos y se han erigido en poder con capacidad de veto en la legislación de Italia, que al menos de iure establece la separación entre Estado e Iglesia. Hay algo de retroceso a épocas pasadas en esta victoria de una moral privada militante sobre la libertad de elección e investigación. Como lo hay también en la recuperación del papel político de la Iglesia, hasta imponer la disciplina en las urnas y dictar cómo debe ser la legislación que rige para todos.

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