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Columna
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Rabassa

No basta con barrer el polvo bajo las alfombras para tener la casa limpia. Hace tiempo que el PSPV aplaza el momento de poner orden en su agrupación de Alicante. Orden de cara al ciudadano, al menos. Porque ciudadana es la trastada que ha hecho el grupo municipal con el beneplácito del hombre fuerte de la plaza, Ángel Franco, al ofrecer con su voto favorable un balón de oxígeno al alcalde del PP, Luis Díaz Alperi, para aprobar un proyecto urbanizador gigantesco en la zona de Rabassa, al margen del Plan General de Ordenación Urbana, contra toda recomendación técnica y toda sensatez planificadora. Los ediles encabezados por Blas Bernal, desde luego, no sólo han levantado sospechas al adoptar una actitud que rompe el discurso público de los socialistas valencianos contra la depredación del territorio, los pelotazos y la especulación urbanística, justo cuando el plan de Rabassa era cuestionado por algunos de los mismos concejales del partido del alcalde, sino que han hipotecado la alternativa de la izquierda en la ciudad hasta el extremo de que la única opción que queda para devolverle alguna dignidad es una rectificación en toda regla. A diferencia de Rafael Rubio en Valencia, a quien se pueden criticar cosas, pero no una combatividad en materia urbanística que le ha llevado a plantar cara a Rita Barberá y al mismísimo Valencia CF, Bernal y los suyos han demostrado una pusilanimidad, por no abundar en hipótesis más escabrosas, que los invalida. Todo ello ha ocurrido, asombrosamente, ante la impavidez del secretario de Organización del PSPV y en medio de la sofocada indignación de muchos socialistas. La dimisión del secretario local de Alicante, Juan Antonio Román, en aplastante minoría frente a los franquistas, tiene la virtud de exponer el problema a la luz pública en toda su crudeza al declararse partidario de una política "más progresista y sostenible", cosa que le honra tanto como afea los argumentos oscuros del aparato alicantino. Ahora deben coger las riendas la dirección del PSPV y la del PSOE, confeccionando una gestora presentable y buscando para las elecciones una cara y un equipo que los ciudadanos puedan llegar a creerse. No sólo Joan Ignasi Pla se juega su futuro en Alicante.

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