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El fin del 'milagro' italiano

La imposibilidad de devaluar y la competencia global desvelan las debilidades de su economía, que ha entrado en recesión, y favorecen al tiempo la entrada de empresas españolas en ese mercado

Italia ha entrado en recesión y algunos ciudadanos y políticos culpan de sus males al euro y a la globalización. Uno y otra han destapado debilidades, engaños estadísticos y vergüenzas estructurales en un país que sigue siendo, pese a todo, una de las mayores potencias industriales del mundo.

El milagro de los años cincuenta y sesenta se construyó sobre la competitividad de los productos made in Italy (los precios eran reducidos de manera constante gracias a las devaluaciones de la lira) y sobre las espaldas de los importadores de Francia y Alemania. Las dos potencias continentales adquirían a manos llenas sus productos más característicos: alimentación, textil, mobiliario y mecánica. Las devaluaciones contribuyeron a crear la tercera deuda pública del mundo (un 106,6% del PIB) y una inflación galopante, pero el mecanismo funcionó hasta la costosa reunificación alemana. Ése fue el principio de los problemas.

Algunos estudios de banca privada coinciden en señalar que la economía Italia necesita una honda reconversión industrial que requeriría enormes inversiones públicas y el despido de 500.000 trabajadores.

Parmalat y Fiat, dos conglomerados símbolo del poderío italiano, ilustran la dificil situación. La crisis, unida a la obligada apertura de mercados y a las privatizaciones, está alumbrando, sin embargo, oportunidades de negocio en Italia para muchas empresas y grupos españoles como Endesa, Logista, BBVA y Santander, Abertis, Sacyr, Meliá, Zara o Prosegur.

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