¿Vuelve la lira?
Las recientes declaraciones públicas de varios ministros italianos, posteriormente desautorizadas por el propio presidente Berlusconi, relativas a la deseabilidad de reimplantar la lira en Italia son un hermoso ejemplo de oportunismo político servido en la bandeja de la irresponsabilidad. El rechazo francés y holandés a la Constitución europea ha planteado una confusísima y preocupante situación política que, sin embargo, no convendría mezclar con la situación económica, aunque ambas estén estrechamente ligadas.
Son tiempos en los que Europa se resiste panza arriba contra acontecimientos que amenazan con desbordarla. Si la economía de la eurozona va tan estrepitosamente mal no es a causa del euro. En ausencia de las políticas fiscales y estructurales que exige una moneda única, dicha moneda difícilmente puede rendir los servicios beneficiosos que serían de esperar en una unión monetaria y, lo que es peor, la política monetaria común no satisfará a casi ninguno de los miembros del club. Para que el euro funcione hace falta que las economías que lo han adoptado hagan reformas en sus mercados de trabajo, liberalicen sus sectores y sufran ajustes exigentes antes de cosechar los beneficios del pleno empleo, la competitividad y la prosperidad.
Italia, especialmente, es un país que debería aferrarse al euro como nadie, y trabajar más que nadie para su éxito
Ya han sido bastante buenas las ganancias que la mera introducción de la moneda única ha proporcionado a sus miembros en términos de bajos tipos de interés y estabilidad de precios, por el simple hecho de entrar al club, lo que es muy raro que suceda en economía. Ahora hay que pagar la cuota anual.
Pero queda mucho por hacer, pues el proceso apenas acaba de comenzar. Negarse a pagar hoy los costes del ineludible ajuste de las anquilosadas economías continentales, pues es mucho el retraso acumulado, significa aumentar la factura mañana. Sorprende que la irresponsable añoranza de la vieja moneda nacional haya surgido en Italia.
Este país, especialmente, debería aferrarse al euro como nadie, y trabajar más que nadie para su éxito. Si volviese la lira, a una economía en recesión con una tasa de deuda superior al 100% del producto interior bruto (PIB) y un déficit de casi el 4% del PIB, nadie querría bailar al compás de sus notas.
José A. Herce es socio-director de economía del Grupo Analistas Financieros Internacionales (AFI).
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