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VISTO / OÍDO
Columna
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En busca del cetro perdido

Se prepara con fervor otra manifestación de la derecha. Esta vez es la Iglesia la que llama, o difunde, o pide, organiza o crea: no lo sé bien, porque la Iglesia es meliflua, y lo son sus empleados o sacerdotes, monjas y sacristanes, tiene mucho cuidado con el verbo, no se le vaya a hacer carne otra vez sin querer y los expulse del templo. Estará con ella el PP, porque suyos son los enunciados. La derecha es un buen bloque, un excelente conglomerado en el que forman una sola fila cuestiones muy diversas, desde la virginidad de María y lo inmaculado de su concepción hasta las juntas generales de accionistas, desde la oposición al matrimonio homosexual hasta la guerra de Irak.

Son mezclas que comprendemos bien los que llevamos siglos, de padres a hijos, viéndolas amasarse y cuajar; pero que un extraterrestre no podría comprender de ninguna manera. La oposición, que ocupa ahora el Gobierno, no está tan unificada: no todos los suyos sienten las mismas cosas. (Explico la frase: la llamada izquierda es la oposición de toda la vida, la de judíos, moriscos y rojos, la de los siervos de la gleba y los esclavos del mundo, la de los intelectuales liberados del mundo aparente que crea la derecha, la de los científicos que se sacuden los dogmas. Ahora está en el Gobierno, traza una España en la que se pueda estar sufriendo un poco menos, pero en realidad es una oposición a los grandes núcleos de capital, prensa, rezos, avaricias, miedos y látigos que siguen teniendo el mango en la mano).

Se tratará de la segunda manifestación contra el Gobierno en este mes. Puede que ya no haya más hasta otoño: durante el verano descansan, se tuestan, imaginan, conspiran y sueñan. Viéndolo desde una perspectiva caballera, es una continuidad desde que perdieron las elecciones, año largo atrás, y decidieron que no habían sido reales. Han ido perdiendo cientos de miles de adhesiones, en forma de voto o al menos de cálculo de votantes: han sufrido decepciones grandes, pero siguen creyendo en que Dios está de su parte, desde que lo adquirieron en los concilios de la Alta Edad Media y en la espada y la cruz de Carlomagno, y la verdad es que se les ha escapado como una anguila. Pero van de hito en hito. Lo malo es que se fijan metas imposibles: ir contra la paz, en Euskadi o en Irak; ir contra natura en Galicia, que casi siempre fue suya (aunque dio grandes republicanos; y también los mató para que no perturbaran el orden).

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