Hacia un Gobierno sin gobernabilidad
La configuración del nuevo Gobierno vasco fue anunciada por el lehendakari Ibarretxe mucho antes de convocar las elecciones con el viento a favor (se suponía) del no dado por el Congreso de los Diputados a su plan soberanista. El 17 de abril, el tripartito PNV-EA-EB se quedó a siete escaños de la mayoría absoluta e incluso perdió cuatro respecto a la exigua mayoría con la que capeó la anterior legislatura. Sin embargo, ni el lehendakari en funciones ni su partido han revisado la fórmula prefijada, pese a haberse quedado sin el soporte parlamentario y, también, sin el guión previstos para la nueva legislatura: el plan Ibarretxe y la publicitada consulta popular.
En cualquier otra latitud, un desajuste de esa magnitud entre las aspiraciones y los resultados obtenidos obligaría, cuanto menos, a dar un volantazo. Pero no en una comunidad como la vasca, tan desestructurada y constreñida por condicionantes de todo tipo. Esta ligadura del PNV a un modelo de gobierno que se sabe gastado e insuficiente se explica tanto por la inercia de la etapa de Lizarra como por su resistencia a reconocer que con aquella apuesta fracasada por la unidad nacionalista perdió el bien precioso de la centralidad. Y, en este sentido, constituye igualmente una salida útil para evitar roces inflamables dentro del partido.
El dibujo que se anticipa en tales circunstancias es el de un Gabinete que llevará una crisis de gobernabilidad desde su nacimiento. La acumulación de cuatro siglas -PNV, EA, EB y Aralar- no asegura más que un empate con socialistas y populares, si éstos unen sus votos, mientras que concede un papel estelar a EHAK, el envoltorio parlamentario de los votos de Batasuna. Su debilidad en la Cámara se hizo evidente con la renuncia de Juan María Atutxa a presidirla tras nueve empates a 33 votos y puede manifestarse de nuevo en la sesión de investidura del lehendakari, en el caso de que el PP decida apoyar la candidatura que presente Patxi López con intención demostrativa.
Incapaz para improvisar, por las causas apuntadas, una nueva fórmula de gobierno, Juan José Ibarretxe va a tener que inventarse un leiv motiv que sustituya a su amortizado Plan y dé sentido a un mandato incierto en cuanto a sus contenidos y duración. ¿Puede ser ese motivo la reforma del Estatuto de Gernika según las pautas marcadas en Cataluña? Puede. Pero más poderosa se presenta la tentación de intentar vincular el éxito de la legislatura a las expectativas de proceso de paz alentadas por Rodríguez Zapatero. El problema radica en que el Gobierno vasco juega un papel secundario en esta historia y ni siquiera una feliz conclusión le pondría a resguardo de un continuo sinvivir en el Parlamento. El segundo episodio, el día 22.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.