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Una muestra cartografía en 200 imágenes la realidad de una Latinoamérica convulsa

La exposición abierta en Pamplona reúne trabajos de un total de 43 fotógrafos

Cuarenta y tres fotógrafos latinoamericanos han plasmado la lucha por la supervivencia de los habitantes del continente en una exposición que sorprende por su dureza y su paralelo vitalismo. Para el espectador, el recorrido se convierte en un fluctuante paso de la sonrisa provocativa al dolor. La muestra, titulada Mapas abiertos 1991-2002, reúne en la Ciudadela de Pamplona hasta el 29 de junio, más de doscientas imágenes seleccionadas por el comisario Alejandro Castellote y realizadas por sus autores en la última década del pasado siglo y los albores del presente.

El resultado supone un puñetazo de realidad social que se cuela a través de múltiples formatos. Al margen de efectismos estéticos, pero con una soberbia presentación material, la vanguardia de la fotografía latinoamericana recuerda al mundo que ya no existe una única manera de comprender el arte fotográfico y que ésta ha sido la disciplina que con mayor acierto se ha adaptado a la revolución de los cambios sociales.

Cuando el brasileño Vik Muniz utiliza el caldo de unos frijoles para formatear la silueta del Che, según la legendaria imagen de Alberto Korda, está transformando la historia en nutrición. Cuando el argentino Marcos López fotografía con estética hiperrealista su peculiar versión de La última cena de Leonardo da Vinci está haciendo un guiño pop a los peores momentos del corralito. El artista posa como un Jesucristo de día de campo en una hacienda de la Pampa. Sus amigos, con camisetas de los principales equipos de fútbol de su país, miran con deleite el surtido de carnes rojas, embutidos y vino que el Salvador reparte.

Cuerpo e identidad

Son apenas dos ejemplos de las decenas de propuestas socialmente provocadoras que incluye la muestra comisariada por Castellote, especialista en fotografía iberoamericana y director artístico de PhotoEspaña. Se suceden grandes formatos en color, miniaturas en blanco y negro, series, imágenes digitales, collages y fotomontajes. A casi todos los trabajos se asoma la permanente recreación del cuerpo humano. Y sobre todo, ironía, sonrisa, incluso humor. Los fotógrafos se adentran en las miserias de la pobreza, buscan a excéntricos personajes marginales, manipulan viejas imágenes de realismo social -accidentes laborales, retratos de colegio, protestas de trabajadores- y, sin embargo, la sensación del conjunto es como una mueca ante el destino cargada de esperanza, aunque las huellas de la violencia se cuelen a cada paso -asesinatos, desapariciones, abusos, secuestros, violaciones-.

Otro ejemplo. Fernanda Magalhães presenta una serie, Gordas, que destroza la publicitaria imagen de las mujeres cariocas. Ella misma se autorretrata desnuda como una obesa más. Hay muchos cuerpos, mucha vida en los trabajos. Las obras de Gerardo Suter, Marta María Pérez, Marcelo Brodsky, Lucía Chiriboga, Esteban Pastorino, Miguel Ángel Rojas, Kenji Ota, Juan Carlos Alom y un largo etcétera de jóvenes y reconocidos artistas se sucede superponiendo múltiples identidades a la de un continente que las ha ido perdiendo por la masiva emigración de las poblaciones rurales empobrecidas a las megaurbes. El escritor Mario Vargas Llosa ya lo dijo: "Los latinoamericanos no tenemos identidad, las tenemos todas".

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La muestra ha sido patrocinada por Fundación Telefónica, el Instituto de Cultura de Barcelona y Lunwerg Editores.

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