Tres contra uno
Barcelona se ha convertido en un campo de batalla donde nadie puede despistarse.
A mí me parece perfecto que toda convivencia requiera unas pautas o normas para garantizar la integridad de sus ciudadanos. Eso sí, la de todos, la de aquéllos a quienes podía afectar que yo hablara por el teléfono móvil mientras conducía la tarde del viernes hacia el trabajo, y la de aquéllos que a escasos metros de por donde yo circulaba se disponían a cruzar la avenida mientras sufrían de cerca el doble cambio de carril (con línea continua y semáforo en rojo incluidos) de dos "agentes de la autoridad".
Todo con el objetivo de situarse en el sentido contrario y multarme a mí, infractor, ya que consideraban que mi conducción podía afectar a la seguridad de los ciudadanos. Y, de hecho, estoy bastante de acuerdo pero... ¿su temeridad no la afectaba también? Porque les aseguro que no fui yo quien cometió tres infracciones a la vez, sino ellos.
Sí señor, todo un ejemplo que seguir. ¡Con qué velocidad se cambian la chaqueta algunos agentes que, con gran sensibilidad, ofrecen clases de seguridad vial en escuelas y luego la ponen sobre la cuerda floja... Eso sí, todo en nombre de nuestra seguridad.
Por lo que se refiere a la mía, no sufran señores agentes, ya la gestiono yo mismo.
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