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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE.

Ruido de fondo

Defensa descarta el uso de sonares de baja frecuencia en zonas sensibles del mar de Alborán

En septiembre de 2002, y mientras se celebraban en aguas del archipiélago canario las maniobras militares Neotapón 2002, se produjo un varamiento masivo de cetáceos en las costas de Fuerteventura y Lanzarote. En total murieron 14 zifios y siete más resultaron heridos, fenómeno inusual que, desde el primer momento, se achacó al impacto de las operaciones realizadas por los buques de guerra, y en particular al uso de sonares activos de alta potencia y baja frecuencia.

Aunque el Ministerio de Defensa rechazó esta explicación, las necropsias que practicadas a los animales revelaron que existía una clara relación causa-efecto entre el uso de estos modernos sonares y los daños que mostraban los zifios. Los responsables de la Armada terminaron por aceptar su responsabilidad e incluso, dos años después, Defensa firmó con el Gobierno de Canarias un convenio de colaboración para evitar este tipo de sucesos.

La amenaza, sin embargo, no se puede considerar neutralizada, puesto que este tipo de sonares, muy peligrosos para la fauna marina, siguen utilizándose y, desde el punto de vista militar, se consideran imprescindibles para la localización precisa de submarinos.

El riesgo se localiza ahora en aguas cercanas a la costa andaluza, puesto que el estrecho de Gibraltar, el golfo de Cádiz y el mar de Alborán son los escenarios donde se desarrollan, desde el pasado 30 de mayo, las maniobras Neotapón 2005, en las que participan 47 buques de 13 países. Hasta el 10 de junio esta flota de guerra ensayará diferentes ejercicios, aunque Defensa se ha apresurado a explicar que en ningún caso se utilizarán los sonares de alta potencia y baja frecuencia en zonas especialmente sensibles, como los sectores del mar de Alborán que se extienden frente al litoral del poniente almeriense.

A pesar de este compromiso explícito, que en principio no se extiende al resto de países que se integran en la OTAN, la organización internacional Oceana, dedicada a la conservación y estudio del medio marino, ha insistido en que dicha declaración debe traducirse en hechos constatables.

Alto riesgo

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Además, las maniobras se desarrollan en una época de alto riesgo, puesto que en primavera numerosas especies marinas, como tortugas, rorcuales, cachalotes, atunes o peces espada, utilizan las mismas zonas elegidas para las maniobras militares como pasillo migratorio que les conduce al interior del Mediterráneo.

La situación se considera tan delicada que el buque insignia de esta organización, el catamarán Ranger, navega hacia la zona. La llegada del catamarán a las aguas ocupadas por los buques de guerra está prevista para el próximo miércoles. Durante dos semanas, los especialistas de este colectivo navegarán entre el Algarve portugués y el mar de Alborán, examinando la posible aparición de animales heridos o muertos.

Los sonares activos de baja frecuencia o LFAS (Low Frequency Active Sonar) emiten ondas de sonido de alta intensidad, que pueden llegar a superar los 200 decibelios (como referencia, una alarma de incendios, de gran potencia, alcanza unos 105 decibelios), y baja frecuencia (entre 450 y 700 herzios). Las ondas viajan así a gran velocidad y alcanzan distancias de centenares de kilómetros, golpeando todos los objetos que encuentran a su paso y devolviendo un eco que puede ser interpretado en el buque de guerra para precisar la naturaleza y situación exacta del objeto en cuestión.

Pero si esas ondas chocan con un cetáceo, los efectos pueden ser devastadores en distancias de hasta 100 kilómetros del emisor. Este choque acústico, explican los especialistas de Oceana, "provoca la vibración de todas las cavidades del cuerpo del animal, de la traquea, las mandíbulas, los espacios craneales y los órganos internos, con mayores repercusiones sobre aquellos que contienen aire, y, de esta manera, puede provocar severas hemorragias en los pulmones y los oídos hasta llegar, incluso, a destruirlos".

Los zifios, como ya ocurriera en Canarias, parecen ser los cetáceos más vulnerables a este tipo de sonares. Una de las zonas más importantes, a escala europea, para la supervivencia de este animal es el denominado Cañón de Almería, justamente el emplazamiento sensible al que hace referencia el Ministerio de Defensa cuando advierte que no utilizará sonares LFAS frente a las costas del poniente almeriense.

Los zifios muestran cierta predilección por estas depresiones ya que suelen alimentarse en lugares donde la profundidad supera los 200 metros. Los zifios pueden llegar a sumergirse hasta los 1.400 metros y permanecer más de una hora sin subir a la superficie para respirar.

sandoval@arrakis.es

Copiando a los zifios

El sonar LFAS, que tan dañino resulta para los zifios, está, paradójicamente, inspirado en los sofisticados mecanismos naturales que este animal utiliza para comunicarse, orientarse y detectar a sus posibles presas.

Desde el periodo de la guerra fría las fuerzas navales norteamericanas y soviéticas vienen utilizando a cetáceos amaestrados para detectar minas e, incluso, revelar la presencia de submarinistas enemigos. Al mismo tiempo, se han multiplicado los estudios destinados a conocer los mecanismos de ecolocación (uso de sonidos para localizar a sus presas) que usan estos animales, y trasladar estos conocimientos a sonares de uso militar.

Precisamente el zifio ha protagonizado gran parte de estas investigaciones al ser uno de los cetáceos que cuenta con un sistema de ecolocación más eficiente, ya que, precisan los especialistas de Oceana, "su cráneo tiene una gran cantidad de cavidades que le permiten articular una gran diversidad de sonidos, y, al mismo tiempo, su mandíbula inferior es muy frágil y de poca consistencia, lo que añade una gran capacidad y precisión a la hora de recoger los sonidos rebotados".

Los zifios suelen concentrarse en pequeños grupos, son muy huidizos y permanecen gran parte de su vida bajo el agua. Su depurado sistema de ecolocación es vital para poder capturar a sus presas en zonas abisales a donde no llega la luz.

El zifio de Cuvier, que puede alcanzar los 7,5 metros de longitud con un peso cercano a las tres toneladas, es el de más frecuente aparición en el Mediterráneo andaluz. De hecho, en las costas de Almería se han registrado cuatro varamientos de esta especie en los últimos tres años.

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