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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La quinta de Fraga

Las quintas elecciones gallegas con Fraga como candidato se presentan más abiertas que las anteriores y con la posibilidad real de una alternancia de poder por primera vez en 15 años, según todas las encuestas publicadas en vísperas del inicio de la campaña. La distancia entre el PP y la suma de PSOE y BNG ha ido reduciéndose desde 1993 a razón de dos escaños cada cuatro años. Ahora el CIS (en coincidencia con otros sondeos) augura una pérdida de la mayoría absoluta de Fraga. Desde el PP se ha recordado que tales encuestas no toman en consideración los votos por correo -hay 300.000 electores censados en el extranjero-, que en los anteriores comicios añadieron dos escaños a Fraga.

La legislatura que finaliza ha sido sobre todo la de la catástrofe del Prestige, que puso de manifiesto las debilidades del modelo fraguista y actuó como catalizador de la indignación compartida de sectores mucho más amplios que los identificados políticamente con unas u otras siglas. A su vez, esa indignación asustó y dividió a los dirigentes del PP, lo que provocó movimientos internos de desafío a la autoridad del fundador. Fraga tuvo que ceder a presiones de los rebeldes al mismo tiempo que anunciaba el aplazamiento del relevo y su decisión de repetir como candidato; a pesar de sus 82 años.

De los tres cabezas de lista Fraga sigue siendo preferido como presidente de la Xunta, pero el 73% de los encuestados por el CIS opina que el PP debería haber presentado otro candidato. Seis de cada diez gallegos consideran deseable un cambio de gobierno. La hipótesis de una coalición PSOE y BNG -única alternativa realista- sólo es apoyada por el 37%, pero tampoco despierta gran resistencia, pues apenas un 34% estaría en contra. Ésa es la baza del PP, que sin posibilidad de aliados trata de presentar su aislamiento como un mérito y una garantía frente a la incertidumbre de alianzas inseguras. Fraga encarna bien esa política de todo o nada. Sólo gobernará si tiene mayoría absoluta, pero si no la tiene es difícil imaginarlo al frente de la oposición. Seguramente habría movimientos internos en el PP, y quizás rupturas que podrían abrir posibilidades de gobernación ahora inéditas.

Un fracaso de Fraga podría dar oportunidad a Rajoy para justificar un giro hacia una política menos rígida que le permita reconstruir relaciones con otros partidos. Cerrar este camino supone obligarse a ganar por mayoría absoluta para poder gobernar, algo nada fácil en el sistema electoral español.

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