Buenos y malos
Uno de los objetivos de toda unión monetaria es alcanzar un mayor grado de integración económica entre los países miembros. Sin embargo, como se ha puesto de manifiesto en la eurozona, no garantiza la convergencia en términos de crecimiento nominal. En los últimos trimestres hemos asistido a contrastes significativos entre economías como España, con tasas de crecimiento por encima del potencial, y países técnicamente en recesión como Italia. Es razonable que así sea mientras existan desigualdades en la estructura económica, la regulación del mercado laboral o la política presupuestaria, por citar tres consideraciones que se gestionan desde el ámbito nacional.
No obstante, la evidencia demuestra que los ciclos económicos están más sincronizados y con menores divergencias que hace seis años, desde la puesta en marcha del euro. En concreto, la dispersión de las tasas de crecimiento interanual del PIB de los 12 países es menos de la mitad que en el primer año de funcionamiento la UME. Si analizamos el comportamiento de la inflación llegamos a la misma conclusión, aunque, en este caso, la convergencia se produjo antes del examen de incorporación de los países candidatos. Desde entonces, y salvo periodos excepcionales, la dispersión se ha mantenido en niveles muy similares. Así, en ambos casos se hacen visibles los efectos favorables de la unión monetaria.
Los mercados han introducido una mayor discriminación en la prima por riesgo, ampliándose la distancia desde 0,15 a 0,25 puntos porcentuales
En este sentido, el BCE en su último Informe Mensual ha realizado un análisis más detallado de los diferenciales de crecimiento real e inflación. El riesgo del cuadro actual, sin embargo, se debe a la persistencia de diferenciales en los países que se sitúan en los extremos, tanto si remitimos el análisis al crecimiento como a los precios. El output gap negativo en las economías menos dinámicas o la pérdida de competitividad en las más inflacionistas, reflejan desequilibrios internos que pueden desestabilizar el crecimiento futuro del Área y limitan el margen de revisión al alza en las expectativas. Sobre todo si estos desajustes se explican por las divergencias entre las cuatro mayores economías. Los mercados, hasta ahora, venían siendo ajenos a estas valoraciones, pero en momentos de mayor incertidumbre, como el actual, han introducido una mayor discriminación en la prima por riesgo, ampliándose la distancia máxima entre buenos y malos desde 0,15 a 0,25 puntos porcentuales.
César Cantalapiedra y Esther Espeja son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas.
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