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Columna
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Estatut, júbilos y agravios

Se consumó el pacto de la abastanza parlamentaria y ya va, toda vestida de blanco y muy formalita, la reforma del Estatut, por los intríngulis cortesanos, camino de su registro, después de que los socialistas sacaran adelante un Servicio Tributario Valenciano y otras sustancias. Sea en hora de fastos, para unos, o de agravios, para el resto, según y como. Desde el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, al del Consell, Francisco Camps, que anduvieron lo suyo en habilidades y conchabanzas, hasta las cautelas de Mariano Rajoy, que se lo sabía al dedillo y otorgaba, se extienden los dominios del silencio y la soledad, en el que yace un Zaplana desencuadernado, por el consenso de una mayoría muy absoluta: el PP y el PSPV-PSOE le han dedicado un corte de mangas a la remanguillé, y han hecho toda una faena. Y eso no hay quien lo cuestione, aunque sí quien lo califique de acuerdo a cómo se acomoden los contenidos del pacto, a sus propósitos y programas. Y así, tras semanas de discusión y debate, en breve, hasta Terra Mítica será nacionalidad histórica, y puede que el mismo Ulises -y quién se lo iba a decir- rinda su condición de héroe legendario y la mude por los derechos sociales de la ciudadanía, que se contemplan en los pliegos de la reforma. Por todas estas y otras razones -habrá que leerse cuidadosamente el texto-, es cierto que, como escribía Josep Torrent en su columna del pasado miércoles, la Comunidad Valenciana ha vuelto a ser noticia en toda España después de 130 años, de acuerdo con el dato histórico que aportaba, y atribuía el mérito, y simultáneamente, la responsabilidad ante el futuro, a Francisco Camps y Joan Ignasi Pla, secretario general del PSPV. Por supuesto, junto a tanto júbilo, el jarro de agua fría de las críticas y denuncias de carencias y de unas negociaciones donde han metido mano las cúpulas de los partidos mayoritarios. Críticas y denuncias que son la sal de la vida democrática, y el guiso no anda lo que se dice en sazón. Le ha faltado lo suyo. Y en llegando a este punto, el cronista lamenta que no se haya removido el techo de la representación parlamentaria. Ese 5%, al parecer inamovible y acorazado, impide, de una parte, que se levante, en todas las cámaras, la voz de las minorías, que de tal modo se ven empujadas a la marginalidad y la desatención, y, de otra, consagra el bipartidismo, y consecuentemente la fórmula del insoportable turno en el poder. Así, más que respetar y ejercer la pluralidad constitucional, se practica una aventurada dualidad. ¿Quién despachará de una vez por todas ese ominoso límite de la condena porcentual? Ahora, habrá que esperar ni se sabe cuánto. En medio de tal ajetreo, se han sucedido y se sucederán anécdotas y episodios, porque la cuestión es de tanta envergadura, que ni siquiera se ocuparon de avisar al presidente de las Cortes Valencianas, Julio de España, ¿y para qué?, quizá, se dijo alguien. Mientras, Francisco Camps, en su comparecencia en TVV, respondió a los directores de periódicos de la ciudad de Valencia, pero no a los de Alicante ni Castellón, según un comunicado de la Asociación de la Prensa de Alicante. En fin, hay mucho que hablar. Porque la cosa tiene enjundia. Y es enjundia histórica. Firmes.

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