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Entrevista:IRENE KHAN | Secretaria general de Amnistía Internacional

"En España no hemos observado fobia al islam después del 11-M"

Irene Khan, nacida en Bangladesh, tiene 48 años, es secretaria general de la organización Amnistía Internacional desde 2001. Licenciada en Derecho por las universidades de Manchester y de Harvard, afirma que el panorama de los derechos humanos en 2004 no podría ser más desolador. Pero hay excepciones. "Zapatero no usó la política del miedo para su orientación antiterrorista como hizo Bush en EE UU después del 11-S", señala en una entrevista con EL PAÍS. Advierte de que "la Administración norteamericana y las grandes potencias, se escudan en la palabra libertad para recortar los derechos humanos". Es lo que Irene Khan llama la "nueva agenda". He aquí algunos tramos de la entrevista:

"Hay una tendencia a ignorar el Estado de derecho invocando el lenguaje de la libertad"
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Pregunta. Subraya usted el hecho de que en nombre de la libertad se recortan los derechos humanos. ¿Hay alguna luz al final de este túnel?

Respuesta. El lenguaje de la libertad y la justicia sirve para aplicar políticas de miedo e inseguridad. Ahora, la tortura ya no es más tortura. Ahora se la llama "posturas estresantes", "manipulación sensorial" o "manipulación medioambiental". Fíjese en los "detenidos fantasma". ¿Acaso no les llamábamos en la década latinoamericana de los años setenta desaparecidos? La Administración norteamericana ignora el Estado de derecho, y lo peor es que lo hace en nombre de los derechos humanos. Es una nueva agenda. Muy peligrosa. No es que los Gobiernos fallen a la hora de respetar los derechos humanos. Es que promueven la traición de los derechos humanos. Hay que subrayarlo particularmente en relación con Gobiernos que hablan mucho de libertad y en su gestión hacen lo contrario.

P. ¿Define usted esta "nueva agenda" como una política conscientemente organizada?

R. Hay que situar esta agenda nueva y peligrosa entre la traición de las promesas sobre derechos humanos y la crisis de liderazgo. Peligrosa porque usurpa el lenguaje de los derechos humanos. Lo utiliza para establecer reglas de juego muy diferentes. Lo vemos claramente en la política de la Administración norteamericana. Hay una tendencia a ignorar el Estado de derecho pero invocando, al tiempo, el lenguaje de la libertad y la democracia.

P. ¿Las prácticas en la cárcel iraquí de Abu Ghraib forman parte de esa agenda?

R. La redefinición de tortura refleja lo que está pasando. El caso de Abu Ghraib ha permitido saber que se quiere redefinir lo que entendíamos internacionalmente por tortura. El lenguaje lo dice casi todo. Con su definición más amable de la tortura, la Administración norteamericana refuerza a los países donde la tortura ya era tradicional.

P. Abu Ghraib conmovió al mundo, pero ¿provocó algo más que eso?

R. Lo que ha sido muy desalentador de esta nueva agenda es el rechazo a asumir cualquier investigación independiente de las torturas de Abu Ghraib y otros casos. Nos hemos movilizado pero no hemos conseguido en EE UU esa investigación independiente, ya sea en el Congreso o mediante un fiscal especial.

P. ¿Cree acaso que en España se ha seguido después del 11-M el mismo patrón de EE UU después del 11-S?

R. No hemos observado un patrón de rechazo o fobia al islam como resultado de los ataques terroristas del 11-M. Zapatero, con quien me entrevisté en mayo de 2004, no ha usado después del 11-M la política del miedo y la inseguridad para su orientación antiterrorista como fueron utilizados por Bush tras el 11-S. Y hasta ahora. Hemos documentado antes y después de los atentados del 11-M casos de tortura y malos tratos en prisiones españolas y algunas reacciones públicas. Estos casos quizá sea más un sentimiento contra la inmigración que un reflejo de los ataques terroristas. En una situación difícil, todos estos elementos a veces se unen y a menos que un Gobierno los sepa conducir bien pueden derivar en hostilidad. Pero la respuesta a su pregunta es que, tras el 11-M, no ha habido una respuesta sistémica en España siguiendo el patrón de recorte de libertades de la Administración Bush después del 11-S.

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