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La China es vecina

El título de la película de Marco Bellochio de 1967 describe con palpitante actualidad la generalizada sensación de invasión en nuestras relaciones con el Imperio del Centro. Entonces se trataba del maoísmo rampante; ahora, del omnipresente dragón serpenteante de un capitalismo manchesteriano gestionado por un mandarinato comunista. La cuestión más actual es el tsunami del textil y la confección chinos tras el final del periodo transitorio de 10 años del acuerdo multifibras, pero hay muchas más: el encarecimiento de las principales materias primas, empezando por el petróleo y siguiendo por el cobre, el hierro, la soja, la carne, etc., como consecuencia del tirón de una economía cuyo crecimiento supone un cuarto del mundial, una insaciable demanda de bienes de equipo desde telares hasta airbuses o la aparición de multinacionales chinas. En el terreno monetario y financiero, el conflicto abierto con los Estados Unidos, cuyo Congreso exige la reevaluación del yuan en seis meses so pena de todo tipo de amenazas a un país cuyo Banco Central es el primer posesor de bonos del Tesoro USA. Procesos todos complejos, porque la entrada de prendas confeccionadas es favorecida por el comercio y los consumidores frente a la crisis de los productores; en el caso de la moneda, la alineación del yuan con el dólar era positiva cuando éste era fuerte, el riesgo ahora son las consecuencias de su reevaluación en una economía con un débil sistema financiero y una invasión de dinero caliente especulativo.

En el frente político crecen las tensiones entre países en el Lejano Oriente, una región del mundo en donde no existen los procesos de reconciliación que permitieron a Europa cambiar su historia. Multitudinarias manifestaciones contra Japón por el delicado tema de la enseñanza de la historia; intensificación de la carrera de armamentos con un debate europeo sobre la conveniencia de levantar el embargo impuesto a China tras los acontecimientos de Tiananmen; tensión con Taiwan, que a la vez es su primer inversor, y la amenaza nuclear de Corea del Norte, el régimen más despótico y cerrado del mundo. Como elemento positivo se puede constatar el acercamiento con la India, la otra gran potencia asiática y mundial en el campo de los servicios. En conjunto, una relación bilateral en la que China es el segundo socio comercial de la Unión Europea (UE ) y va camino de ser el primero.

Ante todo, hay que recordar que no se trata de unas relaciones nuevas. Hasta principios del siglo XIX, la economía china, aunque aislada, era la mayor del mundo, y antes del Renacimiento, la técnicamente más avanzada (el papel moneda, la seda, la porcelana, la imprenta, la brújula son inventos chinos). Precisamente, lo que buscaban Colón y demás navegantes era la vía alternativa a las rutas de la seda y las especias. Con todo, la fase actual comienza con la decisión de Deng Xiaoping de reformar y abrir la economía en 1978, liberando un inmenso potencial demográfico, manufacturero y tecnológico que constituye uno de los grandes éxitos económicos de nuestra época.

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Su entrada en 2001 en la OMC tras una difícil y laboriosa negociación con la UE fue un acontecimiento histórico y es aún un gran experimento, porque no había precedentes del ingreso de un socio comercial de tal envergadura con un sistema tan alejado de sus normas. No conviene olvidar que la OMC, concebida en la Carta de La Habana en 1948, sólo acaba de celebrar su décimo cumpleaños con un amplio debate de adolescencia celebrado en Ginebra. Durante medio siglo, el comercio mundial se reguló en las Rondas del GATT entre EE UU y la Comunidad Europea, con Japón y Canadá. Ahora, en la Ronda de Doha, que debe concluir en diciembre en Hong Kong, participan activamente más de 150 Estados con una lista de espera encabezada por Rusia e Irán.

Convertirse en miembro de la OMC fue un objetivo perseguido a ciencia y conciencia por China durante 10 años, que le supuso aceptar una serie de minuciosas concesiones en todos los sectores, así como aceptar el seguimiento del cumplimiento de sus obligaciones. Como han manifestado reiteradamente los líderes chinos, las normas de la OMC son fundamentales para mantener elevados ritmos de crecimiento y están ayudando al proceso de reorganización de su propia economía, que sufre todavía de múltiples barreras internas no arancelarias. Para la economía mundial, la integración de China ha contribuido a su crecimiento global, como han puesto de manifiesto los estudios de la OCDE y el FMI. La cuestión a debate es "boom or doom" -bendición o perdición-, es decir, saber en qué medida el éxito chino, al convertirse en un taller industrial básico en el mundo, beneficiará a otros países o generará desviaciones y desplazamientos de comercio e inversiones. Proceso en marcha en el que caben ciertas medidas defensivas a corto plazo, como las cláusulas de salvaguardia planteadas en el textil y confección, pero que a largo exigen una activa estrategia de diversificación, como han hecho, por ejemplo, el Grupo Mondragón en la línea blanca o grandes firmas de moda y lujo.

Hasta ahora, las previsiones de conflictos generalizados con China en el seno de la OMC no se han hecho realidad. Sin embargo, se plantean problemas recurrentes en ámbitos como la protección de la propiedad intelectual (lucha contra las falsificaciones y contrahechuras), la transparencia de la legislación, la estandardización y la certificación, la apertura de los servicios (servicios financieros, telecomunicaciones, transportes) y numerosas barreras no comerciales. La cuestión esencial es que China se enfrenta con la contradicción de abrir su mercado y proteger su propia industria en un contexto en el que aspectos como la aplicación de los Convenios de la OIT (trabajo de menores, constitución de sindicatos libres, entre otras) o la protección medioambiental son importantes, pero no entran dentro de las competencias de la OMC. En conjunto, estamos en una partida en la que China parece estar tanteando los límites de lo que puede ser aceptable. El caso del textil reviste una vez más valor de prueba, puesto que está afectando a muchos países y, además de las medidas bilaterales, los mecanismos de revisión transitorios de la OMC son multilaterales. En la audiencia organizada en la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo, los argumentos más vehementes a favor de medidas de salvaguardia vinieron más del ministro de Industria de Túnez que de los mismos parlamentarios, con preocupaciones válidas no sólo para el Magreb, sino también para otros países asiáticos o latinoamericanos.

La Unión Europea apoyó la integración de China en la economía mundial y también su proceso de reforma económica y social, de una envergadura sin precedentes. En esta década, se prevé que 170 millones de personas abandonen la agricultura en un país en rapidísimo proceso de urbanización (hay más de 75 ciudades con más de un millón de habitantes) y de incremento de las tensiones regionales, con un desplazamiento de población y riqueza hacia la costa pacífica, crecientes tensiones sociales, problemas de corrupción y de respeto de los derechos humanos. China tiene todavía durante diez años la condición de economía en transición a la hora de realizar investigaciones de defensa comercial, pero es claro que su objetivo es conseguir el estatus de economía de mercado, así como la creación de un marco de previsión social nacional y de un sistema fiscal moderno. De momento, la UE es el mayor contribuyente financiero para ayudar a que China consiga cumplir con sus obligaciones con la OMC y también en este caso el textil será un test sobre el diálogo estructurado, así como el funcionamiento de los mecanismos de vigilancia y salvaguardia.

En la fase final de negociaciones de la Ronda de Doha, que debe concluir precisamente en su territorio, las políticas de China en temas tan decisivos como la apertura de su economía, el tipo de cambio de su moneda o de estabilidad en su área se están convirtiendo en cuestiones clave. Además, China es un protagonista destacado del club del G-20, que reúne a algunos de los grandes tenores de la nueva escena mundial (Brasil, India, México, Suráfrica, Egipto, entre otros) en una situación en la que no hay sólo una línea divisoria Norte-Sur. Por su historia y su noción de soberanía, su especialización y dependencia del comercio internacional y su capacidad para lograr acuerdos bilaterales con los proveedores de materias primas, el papel de la diplomacia china será fundamental en una fase en la que, además de cazar ratones, los gatos deben convivir respetando sus respectivos colores.

Enrique Barón Crespo es presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo.

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