El paso del Rubicón
La noche del 12 de enero del año 50 a.C., Julio César, montando a su caballo Genitor, cruzó el arroyo Rubicón para conquistar Roma, iniciando una guerra civil contra Pompeyo, cónsul electo.
Hasta ahí, datos históricos. Afortunadamente, del episodio sólo ha quedado la expresión que da título a esta reflexión con referencia al hecho de cruzar la raya de lo razonable, de lo permitido o de lo aceptable.
El pasado día 19, el Partido Popular se colocó más allá del Rubicón que suponen las reglas del juego parlamentario.
Se les veía venir... Llevaban tiempo intentando que fuéramos los socialistas los que lo hiciéramos, tensando la cuerda mediante mentiras, ataques verbales, insultos o descalificaciones, provocaciones de todo tipo, cada vez que intervenían en cualquier tema, para acusarnos luego de arrollar utilizando la mayoría absoluta que nos habían otorgado los ciudadanos.
Pero no respondíamos con salidas fuera del guión, conscientes de que ese era el objetivo y de que había argumentos suficientes para criticar o defender las actuaciones del Gobierno sin necesidad de romper la dinámica de la práctica parlamentaria.
Se les acabó la paciencia y lo hicieron ellos. Con otro guión establecido, montaron ese espectáculo increíble que pudo ver toda España y que colocó al Parlamento de todos los andaluces en el punto de mira de los medios de comunicación como ejemplo de lo que no debe hacerse nunca en el seno de una institución democrática.
Tampoco forzar los límites les ha salido bien. Porque la actuación de la presidenta del Parlamento les impidió aparecer como las víctimas del montaje y de la pantomima patética que habían urdido para darle la vuelta a la situación y constituirse en agraviados.
Y una vez que se traspasa la raya, ¿cuál es el camino a seguir? Convencidos de que su victoria electoral en Andalucía cada día está más lejos, de que su proyecto político no cala en la ciudadanía, constatando a diario que aquí muy pocos les echan de menos, ¿qué atajo se les ocurrirá tomar para debilitar la confianza de la sociedad en las propuestas y en las actuaciones del Gobierno socialista?
Quedan tres años de legislatura. Van a seguir intentando cambiar el paisaje político, y ven cada día más difícil hacerlo con las reglas del juego en la mano. Para colmo, el cambio de signo en Madrid ha propiciado un nuevo clima de entendimiento y se escucha y se atiende al Gobierno de la Junta de Andalucía como a los de las demás Comunidades del Estado. Terminado el periodo de castigo al que nos habían sometido los años de Aznar, la receptividad a nuestras reivindicaciones en materia de inversión y de proyectos para Andalucía ha cambiado sustancialmente. Si al lema "a Andalucía ni agua" le sustituyen el apoyo y el interés por las necesidades o las deficiencias que planteamos y la apuesta por colaborar en mejorar la calidad de vida de la gente, ¿qué argumento les queda?
Cada vez lo tienen más difícil y están más desesperados. No saben cómo convencer a los ciudadanos para que cambien sus votos, como invertir una tendencia que no se frena a pesar de que ya dure tantos años, como hacernos creer a todos que pueden hacerlo mejor.
Tuvieron su oportunidad en el 96, y no supieron aprovecharla para mantener su permanencia en el poder más allá de dos legislaturas. Ya sabemos como son, y no nos gusta esa forma de hacer política. Pero en lugar de asumir los errores e intentar construir un proyecto nuevo, se limitan a emplear todos los esfuerzos en cargarse el que hay. Tienen una concepción patrimonialista del poder y han interiorizado que cuando los votantes se lo dan a otro, se lo quitan a ellos. La cláusula de transitoriedad no pueden aplicársela a sí mismos, pero se la exigen a los demás. Y en Andalucía consideran que llevan demasiado tiempo esperando...
Es terrible lo que ha pasado en el Parlamento, pero lo es más su actitud del día después. Las declaraciones de Arenas reafirmándose en su táctica de acoso y derribo de los socialistas con los procedimientos que sean, demuestra que están enrocados y dispuestos a persistir en esa estrategia peligrosa y dudosamente democrática de ningunear a las instituciones e injuriar a los representantes que los andaluces han elegido.
Desde los escaños de enfrente, no se puede entrar al trapo. Por encima de todo, en política está la defensa de la democracia y de los valores y derechos constitucionales. Si quieren convertirse en un grupo antisistema, allá ellos. Será su responsabilidad.
En Andalucía hay todavía muchos problemas por resolver, muchas cosas por hacer y muchas garantías de futuro que consolidar para los ciudadanos. En ello estamos y en ello vamos a seguir empeñados en el partido socialista. Gobernando y en la oposición, el día que la gente de esta tierra nos coloque allí. Una oposición constructiva es tan necesaria como un buen gobierno, y aquí no la tenemos.
Pero mientras los andaluces no nos releven, vamos a seguir trabajando por ser cada día mejores en la tarea de solucionar los problemas y de aumentar la calidad de vida en nuestros pueblos y ciudades. Para eso nos han puesto a todos, aunque no todos lo tengamos así de claro.
Pilar Gómez Casero es diputada socialista en el Parlamento de Andalucía por Sevilla
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