Cruce de caminos
Después de lo que ocurrió el jueves en el Parlamento de Andalucía, el PSOE puede estar tentado -y ya se sabe que uno lo resiste todo menos la tentación- de arrinconar al PP andaluz en la esquina de los jarrais. Se imagina uno que, desde la óptica de un PSOE, respaldado por una confortable mayoría absoluta, confiado en lo que los sondeos le auguran, haya quien se esté frotando las manos al pensar que tienen la oportunidad de, además de resarcirse de antiguos agravios, aniquilar políticamente al único adversario que en los últimos 20 años ha sido capaz de poner contra las cuerdas la cómoda hegemonía de los socialistas.
Cierto es, y tal vez esto explique muchas de las cosas que están pasando en la política andaluza, que se ha producido un profundo desencuentro personal entre el presidente de la Junta, Manuel Chaves, y el líder del PP andaluz, Javier Arenas. Y que esta imposibilidad de entendimiento mutuo esté influyendo negativamente en lo que tendrían que ser unas relaciones necesaria pero razonablemente discrepantes, entre los dos partidos que suman el 90% de la representación popular en el Parlamento andaluz. Es decir, el PSOE quiere machacar, y el PP se defiende, y ataca, como quien sabe que pretenden machacarlo.
Es evidente que esta situación, aunque a nivel informativo tenga su morbo, será difícil, sino imposible, de mantener a lo largo de los tres años que aún nos quedan de legislatura, salvo que se quiera producir una indigestión política en el pueblo andaluz. Pero así están las cosas, y el dilema con el que nos enfrentamos es qué va a pasar a partir de ahora, cuando parece que el nivel de relaciones institucionales entre los dos grandes partidos está muy por debajo de los mínimos soportables. Y ante situaciones tan complejas en las que concurren aspiraciones partidistas, discrepancias ideológicas, rechazos personales, batallas antiguas, presiones informativas, e incluso estrategias nacionales, las soluciones nunca son simples, ni fáciles, por supuesto, cómodas y agradables, ya que conllevan el costo de dejarse muchas tiras de piel en el camino. Pero algunos ya han pagado ese peaje y siguen vivos.
Aquí no hay fórmulas mágicas ni soluciones perfectas, pero sí se puede invocar el criterio de lo más razonable, de lo más conveniente, de la prevalencia de ese bien general, que tantas veces se desprecia en el día a día de la política, porque se considera algo ingenuo, cuando no un pelín estrafalario.
Pues bien, lo razonable, en este caso, es que el PSOE, pese a su situación dominante, y precisamente por ello, callese en la cuenta de que tiene la máxima responsabilidad en la configuración del futuro de Andalucía a corto y medio plazo. Y que la destrucción del adversario político, por muy atractivo o divertido que pueda parecer, es, en realidad, una opción que cercena la razonable evolución democrática de una sociedad. Hablando en plata, hay que recordarle al PSOE que un gobierno, por muy respaldado que esté por una mayoría absoluta, no puede pretender que las instituciones que sirven para el control y garantía de la pluralidad, estén al servicio obligado de quienes ejercen un poder que, precisamente por su legitimidad democrática, tiene que comportarse ejemplarmente, respondiendo a esa confianza mayoritaria pero no excluyente.
Y ahora, la pregunta con respecto a la otra parte. ¿Hacia dónde va el PP? Yo diría que ahora mismo se encuentra en un cruce de caminos. Por una parte, tiene que reencontrarse con ese electorado que le colocó más cerca que nunca de la victoria en las elecciones de 1994, cuando un casi inédito Javier Arenas concitó la ilusión y la esperanza en el cambio de amplios sectores de la sociedad andaluza, convencidos por un mensaje centrista, profundamente conciliador que consiguió que hicieran una apuesta por una alternativa innovadora.
Ese electorado sigue ahí y es muy posible que con más ganas de cambio que antes. El líder del PP es el mismo, un Javier Arenas que, además, acumula la experiencia de su paso por los gobiernos del PP. Y los problemas de Andalucía, para qué nos vamos a engañar, siguen siendo prácticamente los mismos, lo que pasa es que según transcurren los años, cambian los dirigentes, se incumplen las promesas y polémicas nuevas sustituyen a polémicas viejas, los andaluces nos hacemos a la idea de que esos son nuestros problemas, sí, los de siempre, pero que otros los tienen peores. Yo diría que a eso se le puede llamar resignación, ¿o no?
En la batalla democrática contra esa resignación es donde está la clave de lo que el PP puede alcanzar en Andalucía, con un liderazgo claro y con un discurso coherente, que conecte con los verdaderos problemas, necesidades y también anhelos de los andaluces. Y decía que el PP se encuentra en un cruce de caminos porque, en estos momentos, en los que la crispación política se dispara, alejándose de la realidad y de las preocupaciones sociales, es fácil caer en la tentación de enfrascarse en la gran bronca, respondiendo a provocaciones meditadas que quieren situarlo lejos de ese mensaje centrista, vendido con formas innovadoras, que tan sorprendentemente caló en la sociedad andaluza hace ya más de 10 años. Yo creo que en el PP andaluz hay suficiente buen criterio, inteligencia política y conocimiento social como para mantener el rumbo a pesar de los fuegos de artificio y las tracas de feria.
Juan Ojeda Sanz es eurodiputado del PP y periodista.
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