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Columna
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Parodia

Sacaron unos folios los diputados del PP en el Parlamento andaluz, y se hicieron esporádicamente famosos en los telediarios y los teletextos como modalidad sureña del gamberrismo institucional. Los amigos del ruido televisivo y radiofónico transformaron los folios agitadores en pancartas, quizá inducidos porque como pancartas los vio el destinatario, Chaves. El presidente Chaves iba a contestar una pregunta de la diputada Martínez, del PP, en la sesión de control al Gobierno. Y contestó, aunque los populares digan que no contestó: dijo, poco más o menos, que no contestaba preguntas mientras los que preguntaban le faltaran el respeto. Creo que es una respuesta sólida.

Parece, sin embargo, excesivo denominar pancartas a estos pasquines populares. Una pancarta, según la definición de la Academia, es una tela o un cartón que se sostiene en una o varias pértigas e incluye letreros de grandes caracteres, con lemas, expresiones de deseos colectivos, peticiones, etcétera. En el Parlamento faltaron las pértigas, añadidas luego por la imaginación informativa, que es escandalosa y megafónicamente ambiciosa. Sí hubo petición y ansias colectivas, expresadas en una especie de jeroglífico: "Consejo Audiovisual: Chaves, no + Cacicadas". Esta frase resulta, en un primer momento, bastante enigmática, incomprensible para la mayoría. Pero, se entienda o no el espectáculo popular, yo lo veo como una parodia, una imitación en el Parlamento del estilo y los procedimientos de quienes no tienen voz parlamentaria y deben recurrir a la propaganda callejera.

¿Está esto en consonancia con la visión que el líder popular Arenas tiene de Andalucía, un régimen, según él, donde se vive sin libertad ni democracia? Todo suena a parodia, y las parodias tienen un punto triste de trivialidad, la pesada mala sombra de las repeticiones ridiculizadoras. Los diputados populares se transmutan en jóvenes airados, precavidamente airados, de folio, más que de pancarta, díscolos, y el presidente de la Junta asume un papel en el que se siente muy digno, de padre severo o director de internado para díscolos y airados. Levanta entonces un dedo y una ceja, y sentencia: "No consentiré que...". "No tolero...". Éste es el tono de la política del país: histérico-paternal. Lo que abunda poco son las intervenciones parlamentarias bien trabajadas, preparadas a fondo y con seriedad técnica, interesantes.

Es complicado ganar unas elecciones desde la oposición en un país donde la Administración Pública se ha ido creando y consolidando a la vez que el partido político que la gobierna perdurablemente, bien soldadas las instituciones y el partido. Pero no creo que nadie las gane con un discurso descentrado, desquiciado y desmoralizado, que confunde Andalucía con una dictadura asiática o centroamericana. Esto se llama parodia política, espectáculo cabaretero, el ballet de los pasquines en los escaños. En una situación normal habría cierto interés por saber qué le preguntó la diputada Martínez al presidente Chaves, y qué dejó Chaves de contestar al retirarse ofendido. El caso es que no le interesa a casi nadie ni lo que preguntó Martínez ni lo que no dijo Chaves.

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