Las kuwaitíes
El Parlamento kuwaití, tras varios intentos fallidos, ha abierto la puerta esta semana al voto femenino en un país donde las mujeres ocupan desde hace años puestos relevantes en diferentes campos, pero donde la ley electoral de 1962 limitaba a los hombres los derechos políticos. En la región, Arabia Saudí es ya el único país que ostenta el dudoso honor de impedir a las mujeres la participación en la vida política, en nombre de supuestos preceptos coránicos abrazados por el fundamentalismo que gobierna el reino del petróleo.
Las kuwaitíes no podrán ejercer su derecho al sufragio hasta las elecciones parlamentarias de 2007. Y no está claro en qué condiciones, porque en la ley aprobada por 35 votos contra 23 los diputados integristas han introducido una inquietante cláusula que les exige "respetar las normas islámicas en el ejercicio de sus funciones". En cualquier caso, el censo de electores del minúsculo emirato pasará de los aproximadamente 140.000 actuales (excluidos militares y policías) a cerca de 340.000 con la incorporación femenina.
El mundo árabe es, en lo que se refiere a los derechos de las mujeres, uno de los agujeros negros del planeta. A su falta crónica de democracia se suma una histórica subyugación femenina en todos los órdenes, cuyo efecto combinado es un atraso secular. Por el contrario, en otras latitudes y en países musulmanes tan relevantes como Pakistán, Indonesia, Turquía o Bangladesh, las mujeres han jugado un papel decisivo en la vida política reciente. Algunas de ellas a la cabeza de la gobernación del Estado.
La decisión kuwaití es continuación de balbucientes medidas liberalizadoras en el mismo sentido en otros diminutos países del Golfo: Omán, Bahrein, Qatar. A la espera de sus resultados prácticos, viene a introducir al menos un mínimo de justicia y racionalidad política en un universo viciado por excluyentes e interesados dogmatismos masculinos.
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