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Rusia cierra conflictos fronterizos al sellar acuerdos con China, Estonia y Kazajistán

La Cámara baja rusa ratificará mañana el pacto alcanzado con la República Popular

Pilar Bonet

Rusia y Estonia firmaron ayer un acuerdo de delimitación de su frontera, que reconoce la división territorial surgida al desintegrarse la Unión Soviética en 1991, con pequeños ajustes compensatorios. Las fronteras son un tema actual esta semana en Rusia no sólo en sus confines occidentales, sino también orientales. Para el viernes está previsto que la Duma Estatal (la Cámara baja del Parlamento) ratifique un acuerdo fronterizo suplementario con la República Popular de China, que regula los últimos contenciosos pendientes en Siberia oriental.

El acuerdo ruso-chino, que fue firmado en otoño pasado, afecta a una isla en el Argún, un río que se junta con el Shilka para formar el Amur, y a otras dos islas en el Amur, en la región de Jabárovsk. Los territorios regulados, que suponen menos de un 2% de la longitud total de los confines ruso-chinos (unos 4.300 kilómetros), habían quedado fuera del acuerdo histórico de 1991 entre Pekín y Moscú. Rusia entrega a China cerca de 300 kilómetros cuadrados de terreno, lo que provocó críticas de la población local, que tenía dachas en las islas, pero la concesión se considera justificada incluso en medios nacionalistas rusos por cerrar litigios que duraron más de 40 años.

Los temas fronterizos fueron también objeto de conversación esta semana entre el presidente Vladímir Putin y su colega de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev. Los dos dirigentes se pusieron de acuerdo para que los rusos usen documento de identidad ruso -como hasta ahora- y que no necesiten del pasaporte cuando viajen en un tramo del ferrocarril transiberiano que quedó en territorio de Kazajistán en virtud del tratado de delimitación fronterizo firmado por ambos países en enero pasado. El control de la frontera entre Kazajistán y Rusia, que tiene cerca de 7.500 kilómetros, es uno de los problemas que el Kremlin debe abordar en los planes para suprimir en el futuro los visados con la UE.

En cuanto a los límites con los Estados bálticos, Estonia -a diferencia de Letonia- renunció en 1994 a las reclamaciones territoriales a Rusia y es el segundo en firmar un acuerdo fronterizo con este país, después de Lituania. El acuerdo ruso-estonio regula una línea divisoria de más de 460 kilómetros, de los cuales 138 son por tierra y el resto, mayoritariamente, por el lago Peipus. El documento estaba listo desde 1999, pero Moscú lo congeló porque quería utilizarlo como medio de presión y vincularlo al respeto de los derechos de las minorías rusohablantes. Sin embargo, Estonia no descarta la posibilidad de pedir compensaciones a Rusia, si Moscú reconoce la ocupación que siguió a la firma del pacto Ribbentrop-Molotov en 1939.

Con Letonia, la firma del acuerdo fronterizo se vio abortada el pasado 10 de mayo, debido a una declaración unilateral en la que Riga reiteraba sus reivindicaciones territoriales sobre una comarca de la provincia de Pskov en virtud de un tratado de 1920. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, manifestó ayer que Rusia solo firmará el acuerdo si el Parlamento letón desautoriza la declaración unilateral.

Al igual que Letonia, Estonia tenía unas fronteras algo diferentes a las actuales en los años veinte. Tras la desintegración de la URSS, Tallin tenía ambiciones territoriales sobre algunas zonas de la provincia de Pskov y de Leningrado, pero renunció a ellas en 1994. Lituania, en cambio, nunca tuvo afán de revisar su territorio. De haberlo tenido, las perspectivas no le hubieran sido favorables, dado que la capital, Vilna, era territorio polaco hasta su incorporación a la URSS.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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