Un buen quinteto
En la presente edición de Ensems, la sesión protagonizada por Ictus constituía uno de los mayores atractivos del festival: se trata de un grupo bien conocido en los conciertos, espectáculos y seminarios cuyo pivote es la música contemporánea. En esta ocasión pusieron en el programa cinco obras de procedencia variada: Japón, Finlandia, Italia y Estados Unidos, la más antigua de las cuales -los Nocturnos brillantes de Sciarrino- era de 1975: Ensems sigue apostando por la creación reciente, compaginándola con la difusión de lo que ya son clásicos del siglo XX -Messiaen en la edición de este año-. No parece que ésta sea una línea que deba modificarse, puesto que cubre las tradicionales lagunas de la programación habitual de conciertos.
Ensems 2005
Ictus. Obras de Hosokawa, Lindberg, Sciarrino y Nancarrow. Teatro Talia. Valencia, 16 de mayo de 2005
La primera obra que afrontó Ictus fue Herbstlied, de Toshio Hosokawa, escrita en el 2001. Está estructurada en oleadas sucesivas de sonido que parten de un pianissimo rayano en el silencio, y que vuelven a él cada vez. La atmósfera propuesta es muy similar en cada una de ellas, sugiriendo la idea de algo que crece lentamente y que, pese a las rupturas, de inmediato vuelve a empezar. En esta obra ya pudo advertirse el dominio de todos los miembros del quinteto sobre sus respectivos instrumentos. Los recursos exigidos por la obra eran altos, y demostraron estar en posesión de ellos.
Vino luego el Quinteto para clarinete de Magnus Lindberg, compuesto en 1992 y cuyo inquieto comienzo rompió completamente con la quietud de la música anterior. La agitación fue constante en toda la partitura, porque incluso los momentos de calma mayor tenían "trampa": podía intuirse que algo se desbordaría pronto, que algo iba a pasar de nuevo. También en esta obra se exigía mucho a los intérpretes: desde un límpido ascenso a las regiones del sobreagudo hasta la transición constante por diversas dinámicas. Todo este juego, sin embargo, no resultaba exclusivamente experimental, sino que tocaba de verdad las fibras emocionales del oyente.
Tras el descanso, dos obras de Sciarrino: los Tre notturni brillanti, para viola sola (1975) y el Quintettino núm. 1, para cuarteto de cuerdas con clarinete (1976). La primera, ejecutada desde el patio de butacas, consta de tres secciones -los tres Nocturnos- muy similares, a base de armónicos rapidísimos interrumpidos por fuertes golpes de arco. En el Quintettino (1976) se jugó también con lo mismo, aunque ahora desde el escenario y con el grupo completo.
Por último, el 3rd Quartet de Conlon Nancarrow, de gran complejidad rítmica, usó y abusó de la forma "canon", aunque nos permitió descansar -no totalmente- de los armónicos de Sciarrino. El segundo movimiento fue poético y delicado, pero los intérpretes, tras los aplausos, prefirieron bisar el primero.
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