Aprender mandarín en Sevilla
Alrededor de 400 hijos de inmigrantes chinos estudian la lengua de sus padres, la más hablada del mundo
Sábado 12 de la mañana, medio centenar de personas acuden al Centro de Adultos San Juan de la Cruz de la capital andaluza. Casi todos los estudiantes son de nacionalidad china y con edades entre los cuatro y los 15 años. Los únicos adultos que hay son europeos. Los alumnos se dividen en cuatro aulas, según el nivel que tengan, y comienzan a atender las explicaciones de los profesores de chino mandarín, el idioma oficial de China y el más usado del mundo con cerca de 1.300 millones de hablantes.
La mayoría de los menores acuden a la clase los fines de semana para no olvidar ni su idioma materno ni sus raíces. "Hay seis centros en Sevilla donde acuden chinos que quieren o bien reforzar el chino mandarín o el español. Hay clases especiales, por ejemplo, para los que se quieren sacar el carné de conducir, aunque nuestra idea es dinamizar la comunidad china", explica Fernando Fernández, presidente de la primera asociación de chinos en Sevilla, Esperanza de Nuestra Tierra. Fernández estima que la comunidad china en la capital andaluza ronda las 5.000 personas y cuenta que desde 1992, cuando se creó la asociación, el número de chinos no ha parado de crecer.
Las nuevas generaciones nacidas en Sevilla son las que más acuden a las clases. Y es que el chino es un idioma muy difícil y la lejanía de sus familiares provoca que se les olvide. El índice de alfabetización medio en China se alcanza cuando los estudiantes dominan 3.000 ideogramas, algo que logran tras 10 años de estudio.
Ouyan Zhang, de nueve años y estudiante en el colegio San Francisco de Paula, es una de las alumnas que acuden todos los sábados al centro. Con acento andaluz, cuenta que quiere conocer el idioma que hablan sus padres. "Ellos hablan conmigo en español y entre ellos en chino en dos dialectos diferentes, aunque también conocen el chino mandarín. Es mucho más complicado que los demás idiomas que aprendemos en el colegio, yo creo que ahora sé más inglés que chino", declara. A su lado, su hermana Ouni, de 12 años, explica que lo más difícil es aprender "el orden de cómo se escribe".
Delante de la pizarra, la profesora Liu Ahe escribe los trazos que componen los caracteres de la caligrafía china, los alumnos se traban al recitarlos y después intentan escribirlos al dictado. "Las clases duran desde el mediodía hasta las cinco de la tarde, con un descanso para ir a comer. Cuando comenzamos en 1996 todos los alumnos eran chinos aunque desde hace dos años también vienen españoles", afirma la docente. Intérprete de inglés de una empresa en China, Lui Ahe llegó a España hace 12 años. Se dirige a sus alumnos, de edades que oscilan curiosamente entre los seis y los 40 años, en chino mandarín y en castellano. Algo que no puede hacer el profesor de la clase contigua que tiene a una veintena de alumnos de nacionalidad china y que no habla una palabra de español.
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