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Columna
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Los puentes de Madison

¡Cómo son las cosas del querer! (Y las del decir, que son más, más que hoy pero menos que mañana) Resulta que ahora los de EHAK no pueden ver a Atutxa. Y es normal, quiero decir que como no tienen nada que ver con SA (ni con EH ni con Batasuna) no pueden estar agradecidos al abnegado ex presidente del Parlamento por no haber obedecido al Supremo y haber disuelto el grupo parlamentario de SA. La actitud de EHAK constituiría, pues, una prueba de primer orden para demostrar que no tienen nada que ver con sus antepasados en siglas. A menos que constituya simplemente una prueba de ingratitud, una más de este género humano del que también forma parte Desmadrazo Sinequanon, que tampoco ama a nadie y empieza a mostrarse muy ingrato con la mano que le meció la cuna -sí, en el PNV también hay cinéfilos, ¿o será cinófilos?-. Suponiendo, claro que consigamos entender qué piensa el amigo Sinequanon, porque ha dicho en estos días tantas cosas y sus contrarias que ya no sabemos si lo que desea es no quererse ni a sí mismo como miembro de una Mesa, de una vivienda protegida o de una timba de póquer. El caso es que estamos rodeados de tanta palabra extraviada y tanto desamor que al pobre Atutxa le quedan dos teleberris, como ha asegurado el propio PNV al considerar que su presencia a la cabeza del Parlamento es -ji, ji- irrenunciable. Es lo que tiene el amor: quien mucho te quiere, mucho te hará sufrir.

Pero no sólo aquí se cuecen habas. El día antes del famoso debate del estado de la nación -lo único que se puede decir del mismo es que no es de buena esperanza, como ése en el que andan muchas princesas europeas- el presidente del Congreso dijo muy sinceramente: "Estamos en el camino de abandonar ciertos ejercicios de falta de urbanismo". Hay mucho perillán suelto que habrá creído que, por referirse a las trifulcas que últimamente ocurrían en el hemiciclo, el amigo Marín metió la pata diciendo urbanismo donde hubiera haber dicho urbanidad. Que el presidente de la Cámara de allí (¡hay que ver cómo andan los presidentes!) se había hecho un lío con eso de la mínima expresión del amor al prójimo que constituyen las reglas del buen comportamiento o de la buena crianza y ese aire enrarecido que planeaba en las Cortes desde que Ibarretxe pasó por allá con sus proyectos de construcción nacional. Vamos, que, como todavía flotaba en el aire lo de la construcción, parecía lógico que Marín hablase de urbanismo. Nada más lejos de la verdad. Sé de buena tinta que el esforzado prefecto de los levantiscos diputados tiene más bien dotes adivinatorias y diciendo que se estaba en camino (expresión urbanística donde las haya) de abandonar los ejercicios de falta de urbanismo no hacía sino anunciar que se iban a romper algunos puentes pero que no habría problemas de urbanismo porque seguramente se iban a habilitar rutas alternativas, como en los puentes festivos.

Digo lo de dotes adivinatorias por decir algo, pues parece más creíble que estuviera en el ajo de la operación urbanística que se avecinaba. Sobre todo porque veía fraguándose desde hacía tiempo. No se puede uno escandalizar de que algunos se le solivianten cuando empieza a sustituir la política consensuada sobre terrorismo, consistente en que contra ETA -pues ése es el terrorismo que está en el núcleo de la urbanización- sólo cabían medidas policiales, por otra que, además de las policiales, contempla medidas políticas (como siempre han defendido el PNV y Batasuna). Semejante cambio hubiera necesitado de una reunión del Pacto Antiterrorista (como tampoco hizo el PP el 11-M). Y, claro, luego las cosas se enconan y se sueltan barbaridades, y yo no fui el primero sino que fuiste tú, y ya está toda la falta de urbanismo montada.

Los simples telespectadores agradeceríamos a las partes implicadas que se tiendan un puente de Madison, que ahí si que había urbanismo y algo más. ¿O no era hermoso ver cómo dos personas maduras vivían una romántica aventura de amor? Pues eso, que menos guerra y más follar.

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