En espera del inversor exterior
Rusia busca ajustar sus cuentas públicas sin depender del petróleo
La economía rusa está creciendo al 6% gracias a los altos precios internacionales del crudo. Un desarrollo insuficiente que no podrá financiar el ambicioso plan de ajuste fiscal impulsado por Vladímir Putin. El Gobierno se ha lanzado a la búsqueda de capitales extranjeros, aunque el excesivo control estatal en las finanzas no ha logrado devolver la confianza a los inversores.
El PIB ruso creció un 7,1% en 2004, dos décimas porcentuales menos que en 2003, y se prevé que este año se elevará cerca del 6,3%
El Gobierno cifró hace unas semanas en 17.000 millones de dólares la fuga de capitales registradas durante el primer trimestre de este año
Rusia ha sido una de las economías que más crecieron el año pasado. El producto interior bruto del país se elevó un 7,1% en 2004, dos décimas porcentuales menos que en 2003. Los analistas, además, pronostican que este año el PIB ruso se elevará cerca de un 6,3%, convirtiendo al país euroasiático en una de las economías de mayor crecimiento en los últimos tres años.
El motivo principal y casi exclusivo de este crecimiento han sido los elevados precios internacionales del petróleo durante este periodo. Sin embargo, los analistas y organismos internacionales han advertido de los peligros de ser un país monoproductor de materias primas, sobre todo si consideramos la volatilidad de los precios de crudo.
Riesgos inflacionistas
El propio ministro ruso de Desarrollo Económico y Comercio, Guerman Gref, ha señalado que el precio desorbitado del petróleo no es un fenómeno extremadamente positivo. Según ha dicho, la caída de los precios a 10 dólares el barril de crudo provocaría un descenso del PIB en un 1,5%, mientras que un alza constante podría incrementar los riesgos inflacionistas y la salida de capitales extranjeros. De ahí la necesidad de buscar nuevas formas de financiamiento.
El principal problema es que si este crecimiento no es acompañado de ingresos a largo plazo, será insuficiente para financiar la ambiciosa reforma fiscal que ha anunciado la Administración de Vladímir Putin. El objetivo es reducir la deuda pública desde el 34,8% actual hasta el 12,4% en 2008. Esto implica gastar 47.600 millones de dólares en la amortización de la deuda, destinando 31.500 millones para deuda externa y 16.100 millones para pagar la interna.
Para comenzar a recaudar el dinero necesario, las primeras medidas han apuntado a reducir la burocracia, redistribuir el gasto social y reducir los gastos ineficaces del presupuesto público. Las reformas aún no han logrado el efecto esperado y, al contrario de lo previsto, han generado más gastos que ahorros, ya que se han encontrado con un Estado sumamente centralizado y que todavía mantiene en su poder gran parte de los sectores productivos del país.
Frente a esto, el Gobierno ha comprendido que la única salida es la llegada de inversiones extranjeras lo antes posible. Para ello, el propio Putin ha intentado generar confianza en los inversores, asegurando que la proliferación de investigaciones tributarias y el cambio constante en las reglas económicas ya son cosas del pasado. Putin ha prometido una serie de medidas para favorecer la inversión, como reducir los impuestos y los plazos para presentar deducciones fiscales en pequeñas transacciones comerciales.
Fuga de capitales
No obstante, la realidad es muy diferente. El Gobierno cifró hace unas semanas en 17.000 millones de dólares la fuga de capitales sólo en el primer trimestre de este año. Según los expertos, esta salida masiva se debe principalmente a la persecución fiscal y judicial contra la petrolera Yukos, lo que no sólo ha minado la confianza de los inversores, sino que también podría convertirse en un obstáculo de las negociaciones con la OMC.
La OCDE también ha dicho que Rusia aún tiene mucho trabajo que hacer en lo que se refiere a las reformas estructurales de los grandes monopolios controlados por el Estado en sectores claves de la economía como la banca, la energía eléctrica y el gas.
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