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Reportaje:

Villaverde: de La Mancha, a Quito

Desde que en 1954 Villaverde dejó de ser independiente y fue anexionado a Madrid, cada logro social en el distrito ha ido precedido de una lucha vecinal. La inmigración interior procedente de La Mancha, Extremadura y Andalucía hizo pasar el número de habitantes del distrito de 18.000 a mediados de los años cincuenta a cerca de 100.000 en los setenta. Antiguos y nuevos vecinos se organizaron en los poblados dirigidos -construidos por ellos mismos, comandados por arquitectos- y en las parroquias de los barrios. Medio siglo después, Villaverde ha vivido mil batallas, casi todas victoriosas, y la consigna ha sido siempre la misma: no hay que rendirse.

Batallaron contra los realojos masivos, patrullaron sus calles para ahuyentar a los yonquis, quemaron autobuses para conseguir transporte público y se movilizaron para acabar con la delincuencia y las carreras de coches. Incluso en el barrio de San Cristóbal pelearon por mantener una gran chimenea de ladrillo que aún hoy les recuerda su origen.

Ahora, Villaverde afronta un nuevo reto. Se ha convertido en un distrito multicultural, donde viven más de 25.000 inmigrantes (el 18% de la población): 7.000 ecuatorianos, 3.000 marroquíes y otros tantos colombianos, casi 2.000 dominicanos y rumanos. En 50 años ha pasado de ser un satélite de La Mancha a serlo de la capital ecuatoriana, Quito.

Los incidentes xenófobos de las últimas dos semanas, tras el asesinato de un joven español a manos de un dominicano, dieron la voz de alarma. ¿Qué está pasando en Villaverde para que estalle después de tantos años de convivencia? Los vecinos lo tienen claro: el distrito se ha desequilibrado por falta de una planificación política adecuada y por la concentración excesiva de inmigrantes en un espacio reducido, lo que dificulta su integración.

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