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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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¿Hacia dónde va Europa?: el modelo

Joaquín Estefanía

EN 1959, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) hizo un congreso histórico en el que renunció al marxismo. Desde entonces, el resto de los partidos socialistas de Europa occidental han ido haciendo su particular Bad Godesberg (la localidad alemana donde se celebró ese congreso del SPD) y pronto la discusión ideológica se fue centrando en cuál de los dos capitalismos adoptar como modelo de referencia: el capitalismo renano, más regulado y con fuertes dosis de Estado de bienestar, o el capitalismo anglosajón, más individualista y eficaz en el crecimiento económico.

Año a año, los eurobarómetros y los sondeos de referencia indican que los ciudadanos prefieren sacrificar dosis de crecimiento del PIB a cambio de mantener su modelo de protección social. Conforme ha ido avanzando el grado de globalización y ha cambiado la pirámide demográfica europea (sociedades más viejas), se han constatado las dificultades para mantener esa elección, y los Gobiernos, sean del signo que sean, han ido adaptando en distintas dosis el modelo renano a las características anglosajonas de economía de mercado.

En Alemania, el presidente del SPD ha denominado a los especuladores "plaga de langostas". En Francia, los partidarios del 'sí' y los del 'no' a la Constitución coinciden en un punto: su crítica al capitalismo anglosajón

Ese giro ha sido aceptado, aunque de mala gana, mientras las cosas marcharon bien. Pero ahora Europa se enfrenta a otra cartografía: su crecimiento es anémico en un periodo en el que la economía mundial ha crecido más que en cualquier otro periodo de las tres últimas décadas; aumenta la deslocalización de empresas hacia otras zonas y llegan inmigrantes que trabajan por sueldos más bajos; se multiplican los beneficios empresariales, pero no se reduce el paro, y se incrementan exponencialmente los sueldos y pensiones de los ejecutivos, pero se estanca el poder de compra de la mayoría de los asalariados. Una publicación europea titulaba hace unas semanas su portada: "Todo sube, menos los salarios".

El distinto grado de participación en los beneficios del sistema genera exasperación en algunos grupos, que castigan a los políticos en las urnas: o absteniéndose de participar, o votando a quien está en la oposición. En la coyuntura hay dos acontecimientos inmediatos que habrá que estudiar a la luz de esta experiencia: las elecciones en Renania del Norte-Westfalia (Alemania), donde en la actualidad manda una coalición de socialdemócratas y verdes, y el referéndum francés sobre la Constitución Europea. Y a la espalda, las recientes elecciones en el Reino Unido y sus consecuencias.

Las malas expectativas han hecho que en Alemania el presidente del SPD haya abierto de nuevo el melón ideológico del capitalismo. En unas declaraciones recientes comparó a determinados inversores financieros, que no tienen cara, con las plagas de langosta que lo devoran todo a su paso. El líder del SPD dijo: "La estrategia del beneficio máximo a nivel internacional amenaza la democracia". Le respondió un empresario, declarando: "Yo soy una langosta". El Premio Nobel de Literatura Günter Grass corroboró la primera opinión el pasado domingo en este periódico: el principal problema no es la ultraderecha, "lo es mucho más la impotencia de la política, que hace que el ciudadano quede expuesto sin protección al dictado de la economía... En lugar de la función social de la propiedad, el valor fundamental es la maximización de las ganancias".

En Francia hay una coincidencia casi unánime entre los partidarios del y del no a la Constitución Europea: su aversión al capitalismo anglosajón. El presidente Chirac, representante de la derecha, hace continuos discursos contra el neoliberalismo. La deslocalización de empresas, la presencia de trabajadores en el sector servicios, con las condiciones laborales del país de origen (directiva Bolkestein) y las indemnizaciones a algunos empresarios (por ejemplo, el presidente de Carrefour) están en el origen de todas las polémicas sobre la Constitución, al margen del texto.

En algún momento, esos dos vectores que tiran en distintas direcciones habrán de dar lugar a una síntesis: el modelo definitivo europeo.

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